domingo, 3 de octubre de 2010

74 Entrada;

El trayecto de vuelta a casa nunca se me había hecho tan largo.
Sabia que la despedida de esta noche seria definitiva y que nunca podría olvidar tu mirada, con todo lo que ocultaba.
Solo nos conocemos desde hace unos meses y hasta hoy nunca había pasado nada entre nosotros.
Desde el primer día hubo una conexión especial entre los dos, una conexión que fue incrementando día a día. Los dos lo sabíamos pero no era posible que ocurriese nada entre nosotros, al menos no sin hacer daño a otras personas, personas a las que no queríamos dañar.
Pero esta noche...
Esta noche ha sido diferente.
Por pura casualidad nos hemos encontrado en el mismo local, tu ibas con tus amigos y yo con las mías.
Te alegraste al verme y enseguida viniste a saludarme.
Tu sonrisa era radiante cuando me saludaste.
Comenzamos ha hablar y el tiempo fue transcurriendo a un ritmo extraño, diferente al del resto del mundo.
Nuestros amigos se fueron marchando y nos quedamos los dos solos.
El local estaba cerrando y decidimos que era hora de volver, pero los dos estábamos muy cómodos y decidimos ir andando hasta la estación de autobuses. Eso nos daría mas tiempo para estar juntos.
Mientras bajábamos por Princesa nuestras manos se rozaron y en Plaza de Espana la cogiste y tiraste de mi.
Paseamos por la inmensa plaza de la mano, callados. No nos atrevíamos a estropear ese momento. Los aspersores comenzaron a funcionar e inconscientemente me pegue a ti mientras tu me agarrabas por la cintura.
Subí la mirada y te vi, mirandome como si mirases algo imposible. Yo me deje llevar por mis impulsos y te bese. Seguiste mi beso mientras tus manos recorrían mi espalda y las mías se aferraban a tu cuello.

Se que no volveremos a vernos, y si por algo ocurriese tendremos un comportamiento muy diferente al que hemos tenido hasta ahora.
Pero nunca olvidaré ese momento, esa mirada, ese beso...

jueves, 1 de julio de 2010

68ª Entrada: Trabajando en el taller.


Hacia tiempo que no entraba a tu garaje.
Allí seguía mi caja de herramientas, en el mismo rincón que lo deje. Con todos mis utensilios de bisutería que tenia entonces.
Puse mi viejo CD de voces femeninas de heavy a todo volumen y comencé a trabajar.

-Cada vez que oigo esta canción –Sonaba “Whis I had an Angel”.- mi mente evoca una imagen en la que estas con los tirantes de tu camiseta bajados, la coleta revuelta y tus manos trabajando en tus colgantes. No puedo evitar ponerme cachondo al escucharla.
-Pues ahora no es una imagen evocada lo que tienes delante.
-Mejor, porque estoy cansado de masturbarme con ella de fondo.
Tus manos bajaron desde mis hombros a mis pechos.
Tus dientes mordían mi cuello.
Apreté tus manos con las mías, haciendo que las tuyas apretasen mas fuerte mis pechos.
Volviste el taburete, enfrentándome a ti.
Me besaste con fuerza, con deseo. Como si fuese algo que anhelabas.
Apartaste todas las cosas de la mesa, cayendo al suelo. Todo eso daba igual.
Me subiste a la mesa y baje mis pantalones.
Tú bajaste los tuyos y me penetraste con fuerza.
Te quite la camiseta y mis uñas quedaron grabadas en tu espalda.
Tus manos apretaban mi cintura.
Mis piernas te apretaban contra mí.
Tus dientes marcaban mi garganta.
Mi boca gemía.
La tuya jadeaba.

Sin duda alguna eres lo mejor que tengo, y una parte de mi sólo desea que esto nuestro fuese real.

viernes, 25 de junio de 2010

67ª Entrada; Recurriendo a ti.

Un mal día en el trabajo es la gota que llena el vaso de un mal momento amoroso, el estrés laboral, el estrés anterior a un examen, un mal momento anímico en general. 
Salgo del trabajo tras haber discutido con el último cliente. 
Ni si quiera tengo ganas de volver a casa. Sólo necesito que me abracen, que me mimen, y quién más deseo que lo haga no tiene interés en llenar este vacío. 

Entonces te recuerdo, y como siempre recurro a ti en mis momentos más bajos. 
 -¡Hola guapa! ¿Cómo estas? ¿Qué es de tu vida?
Apenas te dejo terminar. 
-¿Puedes quedar?
Tu voz cambia en el acto, ya sabes que estoy mal. 
-Por supuesto, vente para casa. Te espero. 

Cuelgo el teléfono y sigo conduciendo, hacia esa maravilla de pueblo, donde me espera el frescor de tu jardín, el olor de tu cabaña, el calor de tus brazos. 

La puerta esta abierta. 

Estas preparando té pero lo dejas para venir a abrazarme en cuanto entro. 
No hace decir nada, sólo con tenerte cerca mi fortaleza se rompe, mi cuerpo se parte y mis ojos diluvian. 

Tus brazos me reconfortan mientras me dejas empapar tu camisa. 
El té esta caliente y calma mis nervios. 
Te cuento lo que estoy viviendo últimamente, tú también me pones al día del mundo que te rodea y en el que vives. 

Es tan fácil entendernos. 

Sigues sin novia, nunca la tienes cuando yo estoy cerca. 
Siempre estas para mí. 
Eso me gusta. 

Mi boca se acerca a la tuya. 
Te beso despacio, he tenido un mal día y lo mejor para salir de él es ir despacio, saboreando lo bueno, con calma, dejando que el cuerpo se acostumbre a una situación diferente, sin estrés, relajada, feliz. 

Sigues mi beso y tus manos me rodean. 
Me tumbas sobre el sofá mientras desabrochas mi camisa y dejas al descubierto mi pecho. 
Te quito la tuya, que todavía sigue empapada en mis lágrimas, mientras me acaricias. 
Recorrer tu cuerpo con mis dedos hace que estos se despierten poco a poco, cada subida y bajada por tu pecho hace que retomen la sensibilidad. 
Desabrocho despacio tus pantalones y meto las manos, acariciando cara milímetro que esconden. 
Tu pene empieza a crecer y tu ropa desaparece. 
Tus manos se introducen entre mi ropa mientras intento quitármela. 
Tener tus manos jugando dentro de mi de dificulta la tarea, ya que a mi mente le cuesta concentrarse. 
Finalmente nuestra ropa acaba sobre la alfombra y nuestros cuerpos quedan sumidos en caricias, roces, besos, pequeños mordiscos. 
Se confunden el sudor con la saliva, la respiración con el jadeo, los dedos con las lenguas… 
Siento como todo tu cuerpo me calienta, siento cuando entras, siento cuando sales. 
Mis manos se enredan en tu pelo, mi lengua se enreda en tu boca, mis piernas sujetan tu cintura mientras tú te balanceas, suavemente, hasta lo más profundo de mí. 

Nuestros cuerpos quedan mezclados en el sofá, descansando. 
Me quedaré por aquí el fin de semana, hablando contigo, riendo contigo, disfrutando contigo. A veces salvaje, a veces tierno. A veces lento, a veces rápido. 
Siempre sabes lo que quiero. 
Siempre estas ahí. 
Deseo con toda mi alma poder quedarme contigo para siempre, poder unirnos realmente. 
Ojala pudiese ser.

martes, 1 de junio de 2010

65ª Entradas; Noche londinense


Fuera era una noche fría. 
Típica noche londinense. 
Pero dentro, en el Heaven, hacía mucho calor. 
Estabas increíble. 
Comenzaste a bailar conmigo, supuse que era tu excusa para acercarte a mí. 
Tus manos sujetaban mi cintura y bajaban por mis caderas. 
Las mías se aferraban a tu cuello. 

Fuimos a pedir una copa mientras el resto se quedaba bailando. 
En cuanto nos acercamos a la barra, cogiste mi mano y me llevaste a un rincón donde no se nos viese. 
Me sujetaste por la cintura y comenzaste a besarme. 

Era obvio que llevabas todo el día esperando el momento oportuno para besarme. 
Tus labios recorrían con furia los míos, mi cuello y mis hombros mientras tus manos me estrechaban fuertemente. 

Tuvimos que volver con el grupo y dejar nuestro desfogue. 

Cuando llegamos al hotel cerraste la puerta nada mas pasar. 
Tiraste de mí y me apretaste contra tu cuerpo. 
En ese mismo momento sentí que haría todo lo que me pidieses. 
Aunque mas que pedirme parecía que ibas a ordenármelo. 

Intenté quitarte la camisa y me paraste, comenzaste a desnudarme, desatando mi corpiño con manos seguras, desabrochando mis pantalones, dejándome sin ropa interior. 
Cuando terminaste cogiste mis manos, las pusiste sobre tu camisa y esperaste a que te desnudase, entonces esperé a ver que tenía que hacer. 

Me sentía completamente sumisa ante ti. 
Dispuesta a todo lo que quisieses. 
Tus dedos apretaban mi cuerpo, dejando marcas rojas sobre mi nívea piel. 

Uno de tus dedos se introdujo en mi boca, haciendo que mi lengua se retorciese en torno a él, tratando de darte todo el placer posible con ese gesto. 
Tu otra mano se introdujo en mi vagina, consiguiendo así que todo mi cuerpo se humedeciese, que mis piernas comenzasen a vibrar. 
Cuando ya no podía aguantar más pusiste tus manos sobre las mías y estas a su vez en tu sexo, marcándome el compás que querías que llevase, haciéndote sudar.
Haciendo que chorreases. 

Me obligaste a arrodillarme y lamerte.
Llegaste a un primer orgasmo y me empujaste hasta que caí al suelo. 
Entonces comencé a sentir tu lengua dentro de mí. Haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera, te toque, te bese, te arañé. 

Enredamos nuestros cuerpos en la moqueta de la habitación, haciendo que llegásemos en varias ocasiones a un éxtasis que hacía bastante que no podía sentir.

miércoles, 19 de mayo de 2010

63ª Entrada;


Me sentía triste.
Necesitaba sentir que alguien me quería y sabía que tú podías darme ese cariño, aunque no fueses la persona que realmente necesitaba que lo hiciera.
Quedamos en tu casa esa noche.
Nada más abrirme la puerta me abrazaste.
Besaste mis labios, y cerraste la puerta.
Fuimos directos a la habitación.
Comenzaste a desnudarme despacio, desabrochando cada botón, cada cremallera, cada cierre con cuidado y mimo, deslizando las prendas sobre mi cuerpo con delicadeza.
Tus manos acariciaron mi espalda.
Tus labios besaron mi cuello y mis hombros.
Tus manos recorrían la parte trasera de mi cuerpo, bajaron de la espalda hasta los muslos rozando mi piel, suaves, ligeras, como un soplo.
Tus besos recorrían la parte delantera de mi cuerpo.
Mis clavículas, mis pechos, mi vientre…
Tus caricias me hicieron sentirme querida.
Tus besos metieron calor en mi pecho.
Tus manos bajaron por mi entrepierna.
Jugaron con mi sexo, lentamente, recorriendo cada rincón, sin dejar nada libre.
Tu boca besaba la mía, dejando un sabor dulce.
Me posaste lentamente sobre la cama.
Fuiste preparando mi cuerpo poco a poco y con paciencia.
Cuando lo notaste listo entraste en el, sin premura, suave, delicado.
Me hiciste vibrar, me hiciste sudar, me hiciste sentir bien, sentirme exactamente como quería sentirme…querida.
Al acabar me tumbe sobre tu pecho desnudo, y lloré, pensando en la persona que amo, mientras tu acariciabas mi pelo.

domingo, 2 de mayo de 2010

58ª Entrada; Deseo medieval


Hacia un año que no nos veíamos, y sin duda este año te había sentado muy bien. Tu pelo había crecido y tus músculos habían ensanchado.
No pude saludarte antes de empezar el torneo.
Me senté en tus gradas, con mi vestido blanco, esperando que me vieses entre el público.
Cuando el Conde pidió que cada caballero escogiese una Dama y le pidiese una prenda ansié que vinieses a mí.
Y así lo hiciste. Una hermosa sonrisa iluminó tu rostro al encontrarme entre los asistentes.
Te ofrecí mi pañuelo como prenda y besaste mi mano al recogerlo.
El torneo fue tenso y reñido, y tú quedaste vencedor, superando a tus contrincantes en las pruebas, en la justa y el combate.
Al acabar el torneo subiste a las gradas, me tomaste en tus brazos y me subiste a tu caballo.
Salimos del recinto y te giraste hacía mí.
-¿Quieres venir conmigo?
-Será un placer.
Me abracé fuerte a tu cintura pegándome a tu espalda y el caballo voló hasta la cima de una montaña cercana.
Había un manzano donde amarraste al caballo.
Me cogiste por la cintura, apoye mis manos en tus hombros y me bajaste despacio de él.
Nuestras miradas se encontraron y mis labios me delataron al lanzarse sobre los tuyos.
Te fui desnudando poco a poco, quitándote la casaca que cubría tu cota de mallas, después desabrochando esta con cuidado y dejándola caer librando así a tu cuerpo de su enorme peso para poder despojarte de la camisa y las mayas.
Tú desabrochaste con paciencia mi corsé, dejando que mi pecho se ensanchase, y que resbalase el vestido suavemente hasta el suelo con tus calidas manos siguiendo su recorrido.
Mientras, las mías, tan gélidas como el hielo, se calentaban acariciando los músculos de tu cuerpo.
Pusiste la cobertura del caballo en el suelo y te tumbaste sobre ella.
Yo me puse a tu lado y comencé a masajearte la espalda liberando la tensión que había acumulado, y besando los lugares dañados en el combate para así aliviar el dolor.
Te giraste sobre la espalda y me dejaste ver de nuevo tu radiante pecho, que ansiaba el roce del mío.
Tus brazos me atraparon y me pegaron a ti.
Un beso, que nubló mi mente y corto mi respiración, nos fundió en uno.
Tus manos acariciaban mis senos, las mías acariciaban tu pecho.
Mi respiración se aceleraba al igual que los latidos de mi corazón. Tu miembro iba creciendo con cada uno de mis gemidos.
Tus labios recorrían mi torso y tus manos, como buenas expertas, jugaban con mi sexo.
Mis manos, algo menos expertas, jugaban con el tuyo.
Sentía como el calor se apoderaba de todo mi cuerpo, haciéndome sudar, entrecortando mi respiración, obligándome a gritar de puro placer.
Me sentía extrañamente eufórica, pero quería más. Y sabía que podías dármelo, y no quería esperar.
Me puse a horcajadas sobre ti, introduciendo tu pene despacio en mí.
Esta sensación me hizo estremecer y nuestros movimientos quedaron acompasados hasta llegar al éxtasis.
Nuestros cuerpos quedaron exhaustos, sobre aquel pedazo de tela, bajo la mirada de las estrellas, mientras tú seguías acariciándome suavemente.

viernes, 2 de abril de 2010

47ª Entrada; La casa rural.

Pasé despacio y cerré la puerta. 
Te volviste al oír el ruido y me miraste algo extrañado. 

-¿Ocurre algo? 
Estabas contrariado, no sabias si la situación te gustaba o te incomodaba.
-Que va. Sólo quería hablar contigo. 
-¿De qué?

Ahora estabas algo asustado. 
Empezabas a ver el final del juego. 

-Verás, llevamos meses tonteando,- el pánico invadió tu rostro por un momento, deje que te recompusieses - y jugar esta bien, pero me acabo aburriendo de que sea siempre el mismo juego. 
Te quedaste estupefacto así que seguí hablando. 
-Creo que es hora de dar otro paso, ya sea para avanzar o para apartarse, pero no quiero seguir así. 
-Pero es que todos están ahí fuera y…
-No te dí tiempo a terminar. 
-Si, todos están ahí fuera. Y están en sus cosas, ¿crees que se están preocupando de donde estamos?

No sabías que decir.
Tu cara era todo un poema, como si me fueses a dejar allí tirada, pero yo estaba cansada del juego.
-Verás, estamos lejos de casa, celebrando un cumpleaños y tenemos todo el fin de semana. No quiero esperar más tiempo para saber que pasa. 
-Pero…
De nuevo volví a cortarte. 
Me acerque y te besé. 
Esperé tu reacción que no tardo en llegar. 
Me devolviste el beso, de modo que te agarré con fuerza del pelo. 
Si iba a pasar sería a mi manera. 
Me sorprendió tu reacción. 
Cogiste fuertemente mi cintura y me apretaste contra ti. 
No esperaba eso de ti pero me encantó. 
No pude evitar sonreír al ver el fuego que consumía tus ojos. 
- Y yo que pensaba que serías un chico tímido… 

Tus dientes mordieron mis labios, que te devolvieron un beso apasionado, con fuerza. 
Me empujaste contra la puerta mientras echabas el pestillo de la habitación. 

Me agarré con fuerza a tu cuello, crucé mis piernas a tu espalda y comencé a morderte. 
Tus brazos me sujetaban con fuerza mientras te movías por la habitación. 

Me tiraste sobre la cama y te quitaste la camiseta. 
Te agarré del cinturón y tras desabrocharlo tire de él hasta que caíste encima mía. 

Me besaste con fiereza. 
Agarrabas mis manos con las de las tuyas. Tenías fuerza. Al menos no esperaba esa fuerza de un tirillas como tú. 
Tus besos eran duros. Sin sutilezas. Los mezclabas con mordiscos. 
En mis labios, en mi clavícula… 

Comenzaste a desabrochar mi camisa hasta que quitaste todo lo que te impedía morder mis hombros o mi cuello. 
Cada bocado me hacía soltar un pequeño gemido. 

Mis uñas se incrustaban en tu espalda. 
No estaba segura de si te gustaría, pero la forma de responder que tuvo tu cuerpo, al menos una parte de él, me hizo pensar que sí. 

Te quite los pantalones mientras desabrochabas los míos. 
Tus manos desabrochaban mi sujetador negro mientras tus dientes seguían dejando marcas por mi cuerpo.
Mis manos deslizaron tus bóxers y tú arrancaste mis braguitas sin esfuerzo. 

Nos revolcamos desnudos por la habitación. 
Nos tocábamos,  nos apretábamos...
Chocamos contra la pared y mis piernas rodearon tu cintura. 
Pude sentir como entrabas, cómo nos movíamos hasta extasiárnos.

Era una sensación de pura lujuria, todo ardía,  todo mi cuerpo gozaba, todo era pasión. 

Esa noche dimos un paso más en nuestro juego. 
Multitud de deliciosas marcas dejaban tu huella en mí.
Otras tantas lo hacían en el tuyo. 
Los dos disfrutamos como hacía tiempo que no disfrutábamos. 
Creo que los dos nos sorprendimos al ver que nos gustaba lo mismo, pero eso sólo era la primera noche, y tu habías dominado. 
Eso no siempre sería así.

miércoles, 31 de marzo de 2010

45ª Entrada;

Ver como te mueves, 
tus pies golpeando el suelo, 
tus manos arañando el aire, 
 tu cara al contar el tiempo. 
ver como tu cuerpo gira,
acabando su giro a punto de rozar el suelo, con la pierna estirada mostrándola a través de la falda. 
Ver como te levantas suavemente, deslizando la pierna por la superficie del suelo como si lo acariciases, como si la punta de tu tacón estuviese tocando algo que amas. 
Ver como tu pierna sube hasta que tus manos la acarician para recoger la falda, que deja al descubierto, durante apenas unos segundos, tus firmes muslos.
Ver como sujetas tus caderas, con un ligero roce, mientras tu falda se balancea al compás, creando un ritmo hipnotizador que absorbe mi ser al completo. 
Eso eres tú, 
un instrumento capaz de embaucar a cualquiera con uno de tus bailes cual antigua gitana con sus fuegos y danzares. 
Te mueves, y consigues que todo gire a tu alrededor.
La tierra tiembla cuando la golpeas
El aire se para cuando tus suaves manos lo embrujan. 
Todo se transforma a lo que tu quieres. 
Tú eres la dueña de cuanto te rodea, de cuanto te observa.

jueves, 25 de marzo de 2010

42ªEntrada; La curiosidad...

Sólo quería saber de que trataba todo aquello.
Estaba hastiada de lo mismo de siempre, y ahora me había arriesgado a romper mi rutina, me había arriesgado a romper con todo lo que me ataba de un modo que yo no deseaba.
Había dejado el trabajo, a mi pareja y tenía total libertad para hacer lo que se me antojase.
Y lo que quería hacer era conocer.
Quería saber lo que era realmente vivir de forma apasionada y haciendo lo que a uno realmente le apetece. 
Llevaba demasiado tiempo haciendo lo que los demás querían.
Casualmente había retomado una amistad anterior a mi expareja y me había invitado esa noche a una fiesta.
Yo sabía que no iba a ser una fiesta normal, pero tenía curiosidad, y si a esa curiosidad le sumas el hecho de que aún no estaba acostumbrada a decir que no, pues sólo quedaba una opción, ir a la fiesta.
Sabía que sería algo diferente, pero como en mi armario me gusta tener un poco de todo me puse una minifalda de cuero negro tableada, con una camiseta de cuello chino ajustada y las botas de licra negra, con bastante tacón.
Me gustó cuando me miré al espejo.

Cuando llegue al sitio enseguida fui recibida por mi amigo, que me dejo al cuidado de su chica, esta me enseñó el local y me guió en mi primera visita a este mundo.
Recuerdo que en la pared frente a la barra, en la primera sala, se proyectaban fotografías, o quizá es que yo las recuerdo como fotografías cuando realmente eran vídeos.
Eran bastante atrevidas para lo que yo estaba acostumbrada.
Había chicas con fustas, tacones de aguja seguidos por medias negras de rejilla, hombres amordazados...
Y una que me llamó la atención, era una chica atada de un modo peculiar. 
No estaba atada a nada en particular, simplemente estaba atada a ella misma, y las cuerdas hacían un recorrido sobre su cuerpo realmente llamativo.
Mi acompañante se fijó en aquello que me había absorbido ese instante y prometió que me enseñaría como se hacía.

En la segunda sala el ambiente era diferente.
Todos vestían prendas de cuero, de látex o similares. Mi amiga aquí entonaba mucho más, aunque con su altura y los tacones resaltaba entre el resto de la gente.
Era como si flotase sobre el resto. 
Se la veía tan segura, tan poderosa y tan ella misma...
Iba con su brillante corpiño, los pantalones negros y la fusta, jugueteando y hablando con los invitados.
Estuvimos un rato por esta sala mientras nos tomábamos algo y dejaba mi abrigo y mi bolso en el ropero.

Por último me llevo a la sala de abajo, había que bajar unos escalones y era como entrar en los calabozos de una vieja mazmorra.
Abajo había varios objetos desconocidos para mí. 
Me quede allí gran parte de la noche, observando para que servían cada uno de esos objetos, me enseñaron como debía utilizar una fusta, para que servía un gato, vi como usaban el cepo y una cruz en X y entonces fue cuando vi las cuerdas.
Mi amiga apareció en ese momento, alguien quería que le enseñase a hacer un bondage. 
Yo no entendía nada, pero me pregunto si podía hacerlo conmigo.
Yo me fiaba de ella, y sentía que en ese momento, que esa noche, no podría decirla que no a nada, modo que acepté.
Ella cogió las cuerdas que yo había estado observando, esto incrementó mi curiosidad, me alegre de que me hubiese pedido ayuda, ahora sabría como iba aquello de las cuerdas.
Entonces paso la cuerda alrededor de mi cuello y paso los dos extremos por mi entrepierna, comenzó entrecruzar las cuerdas entre sí, a hacer extraños nudos por mi torso para más tarde dejar una pequeña distancia y atar mis muñecas entre sí.
Me sentí completamente sumisa ante ella, era una sensación nueva. Aunque no estaba segura de sí me gustaría que nadie más me sometiera de ese modo.
Más tarde aprendí que no me importa que me sometan según quién y cómo, pero esa noche fue así. Y me gustó.
Les explicó a la otra pareja que era un bondage sencillo, a mi no me lo parecía.
Nos paseamos mostrando su creación a los demás hasta que empezó el espectáculo.
Habían contratado a una pareja para que animase la fiesta.
El hombre llevaba anillas a lo largo de su cuerpo, boca, pezones, ombligo, genitales... y la mujer comenzó atándolas entre sí, este comienzo fue demasiado para mí. Quería experimentar y conocer pero había espectáculos que aún sigo siendo incapaz de contemplar.

Me cambié de sala y mi amiga me ayudó a desatarme.
Fué un momento realmente extraño, fué algo íntimo, seductor, delicado, memorable.

Esa noche aprendí muchas cosas, y muchos juegos eróticos que me contaron algunos invitados, ya que hablé con bastantes.
Me hicieron muchas propuestas, que no acepté ya que aún no me sentía preparada, pero sirvieron para subir mi ego.
Y me abrió los ojos a un nuevo mundo.

domingo, 14 de marzo de 2010

38ª Entrada; After Dark (Final)

La chica en cuestión era algo más conservadora que las últimas, o quizá tenía más instinto. 
El caso es que se me estaba resistiendo más de lo que planeé en su momento. 
Pero tenía que ser esta chica. En las últimas ocasiones me había vuelto menos cuidadoso. 
La policía se estaba volviendo loca, pensaban que yo era un asesino en serie algo excéntrico y con un toque de locura que consistía en que yo me creía un vampiro. 
Ilusos. 

Cada vez me importaba menos lo que pasase.
Si seguía así, sabía que en un par de semanas volvería a España a buscarla. Pero no hizo falta. 
Un latigazo golpeó mi espina dorsal cuando percibí su olor dentro del local. 
Hacía tanto tiempo de la última vez que me recorrió entero. 
La busqué desesperado, sabía que no estaba en condiciones de estar con ella, que esta vez había muchas posibilidades de que la matase, pero la encontré, y ella me estaba esperando con una perfecta sonrisa. 
Me acerqué lo más calmado que pude. 

-Hola.- Me saludo. 
-¿Qué haces aquí? 
Sólo sonrió. 
-No deberías haber vuelto. Sabes que esta ciudad no es segura para ti. 
-¿Y las otras si lo son? 
Era obvio que no, así que no pude replicarte. 
-Me gustaría seguir hablando contigo. Desde que te conocí he estado leyendo muchas cosas sobre vampiros y me gustaría saber cuales son reales. 
-¿Has venido buscándome? 
-Una vez que te han enseñado que existe el mundo en color quieres verlo todo. 
-Has salido curiosa. Pero no puedo hablarte de nada aquí, deberías saberlo. 
-Pues vámonos. 

Sabía que no debía aceptar tu oferta si no estaba dispuesto a matarte o convertirte, llevaba meses esperándote. 
-No tengo miedo, y he dejado las cosas resueltas por si ocurría algo.
Enfatizaste el ocurría y cogiste tus pertenencias. 

Salimos del local y te lleve al hotel al que solía ir antes de empezar a matar a mis victimas, quizá eso me ayudase a no matarte. 
Te sentaste en la cama y comenzaste a beber los zumos que había en la nevera de la habitación.
-Cuéntame más cosas. Quiero saber. 
-¿Hasta donde quieres saber? 
-Quiero saberlo todo.
Ese todo implicaba más de lo que decía. 

Te hablé sobre lo que sabía, lo bueno y lo malo, el dolor que se siente mientras va muriendo tu cuerpo, el placer de beber la sangre. La calidad con que se apreciaba el mundo, los sentidos y las sensaciones aumentadas. 
El gran remordimiento de hacer daño a las personas. 
El horror de vivir en soledad eternamente. 
-Pero cuando te transformaron, ¿no te quedaste con el vampiro que te transformó? 
-Viví con Elaysha mucho tiempo, pero acabas cansándote de la persona que tienes al lado durante años y cuando te sientes preparado y cansado de esa persona decidís recorrer el mundo separados por un tiempo. Algún día volveremos a andar juntos, pero aún no es el momento. 
-También te cansarías de mí. Aunque durante un tiempo estaríamos juntos. 
-Posiblemente durante años. Pero aún no es tu momento de dejar la vida. 
-Eso debería decidirlo yo, ¿no crees? 
Y tras decir esto te hiciste un corte sobre el pecho con uno de tus anillos. 
Podía haberte parado, pero no quería. 
Me miraste expectante. 
Deseabas que bebiese y yo no podía controlarme por más tiempo. 
Lamí tu pecho y después hinqué los dientes. 

Ese fuego volvía a recorrer mis venas. 
Era tan dulce, tan caliente. 

Me encantaba esta sensación. 
Me dejé llevar por ella durante varios minutos, entonces empecé a sentir algo más. 
Me sentía aletargado, cansado. 
No era capaz de beber más, apenas podía moverme. 
¿Acaso te había matado y había bebido toda tu sangre? 
No era posible, no había bebido tanto. 
Me separé de ti, te miré. 
Seguías consciente, me preguntabas si pasaba algo. 
Pero yo no era capaz de hablar, ese fuego que había bebido ardía en mi interior. 
Dolía. 

Entonces me miraste fijamente y tu rostro cambió por completo. 
-¿Porqué si los vampiros os quemáis con el fuego os empeñáis en beberlo? Todos hacéis lo mismo. 

Una sonrisa de suficiencia se formó en tu rostro mientras me consumía el fuego que corría por mis venas. 
Y esa expresión de satisfacción fue lo último que vi antes de que mi cuerpo se convirtiera en cenizas.

jueves, 4 de marzo de 2010

36 Entrada; La novia

Voy a recogerte a la estación. 
Estas más delgado, demasiado delgado. 
Tu mirada esta perdida, quedó atrás, atrapada en todo lo que has visto. 
Tus labios no son capaces de hablar, siguen ahogando los gritos que no pudiste dar. 

¿Cuántas cosas has tenido que hacer sin quererlo? 
Cojo tu mano. 
Quiero ser tu guía, la luz que te saque de esa oscuridad que te posee. 

Llevarte de camino a casa es como sujetar una pluma, te dejas llevar, lentamente, como si tus pasos levitasen. 
Cierro la puerta y dejo tu mochila en el suelo. 
-Cariño por fin ha terminado, no tendrás que volver. Nunca más dejaré que lo hagas. 

Sé que mis palabras resuenan en tu cabeza como el viento resopla entre las montañas, pero quizá quede su esencia en algún rincón de tu mente. 

Te llevo al baño. 
Mientras caliento el agua voy desabrochando despacio tu camisa, tus zapatos, tus pantalones. 
Mis ojos apenas recuerdan tu cuerpo desnudo. 
¿Cómo es posible que haya cambiado tanto? 

Meto tus piernas con cuidado dentro de la bañera después de comprobar que el agua no esté demasiado caliente. 
Te obligo a sentarte. 
Repaso con la esponja todos aquellos huecos que me eran familiares y todos los nuevos que han surgido. 
Limpio a conciencia todas tus nuevas cicatrices. 
Me gustaría borrarlas. 
No sé de donde provienen pero no creo que sean buenos recuerdos. 

Froto con cuidado cada parte de ti. 
Te seco con la toalla más suave que tengo. 
Despacio. 
Parte por parte. 
Parece casi un ritual. 

Empiezo por la cara, bajo al cuello, el torso y los brazos, la cintura, la entrepierna, las piernas, los pies. 
Apenas te mueves. 

Preparo la espuma de afeitar, la brocha y la cuchilla. 
No puede caer ni una gota de sangre. 
No más sangre. 

Extiendo la espuma por tu barbilla, sobre tus labios y en las patillas. 
Lleno el lavabo de agua y preparo la toalla húmeda. 
Cojo la cuchilla con cuidado y voy retirando la espuma mientras raspo el bello de tu cara. 
Pongo tanto cuidado que apenas se nota el movimiento en mis manos. 
Afeitar, aclarar la cuchilla. 
Afeitar, aclarar la cuchilla. 
Cuando termino pongo la toalla húmeda sobre ti mientras preparo el alter save. 
Lo unto con mis dedos, esta frío. 
Calma. 

Te visto despacio. 
Primero los calzoncillos nuevos, los calcetines, tus vaqueros preferidos y la camiseta que más te gusta. 

Te siento en la mesa de la cocina y la preparo mientras se calienta la comida que dejé preparada en el horno. 
Te he preparado lasaña. 
Era tu plato preferido. 
La pongo sobre la mesa, y me siento a tu lado. 
Dos o tres bocados, un trago de agua. 
Bocados, agua… 

De postre he preparado tarta de limón y merengue. 
Es la que mejor me sale. 

Cuando terminas te llevo a la habitación. 
Te quito la camiseta, los vaqueros y los calcetines. 
Abro la cama. 
Te tumbo despacio. 
Me quito el vestido, las medias y el sujetador. 

Me tumbo sobre tu pecho. 
Te acaricio suavemente. 
Te beso el pecho despacio. 
Noto un pequeño roce sobre mi espalda. 
Te miro y me miras. 
Estás ahí. 
Por fin eres tú. 
Bajo esas cicatrices y ese dolor estas tú. 
Te sonrío. 
Una leve sonrisa se forma en tu rostro. 
Sé que volverás a mí,será lento, pero volverás. 

miércoles, 3 de marzo de 2010

35ª Entrada; Nunca me gusto el juego limpio

Hacia tiempo que no nos juntábamos todos los amigos, lo echaba de menos. 
Jose había elegido un restaurante brasileño junto al hotel colon. 
Casualmente la mayoría de las chicas llevábamos falda, aunque intuía que yo era la única que llevaba medias en lugar de pantys. 
Esperé a saludarte cuando todos estaban pendientes de saludar a los demás y te di un pequeño mando. 
Solo tenía tres botones: más, menos y un punto. 

-Lo hemos dejado, ¿recuerdas? Te deje porque Sandra comenzaba a sospechar y tú no te cortabas mucho. No pienso entrar en tu juego. 
-Entonces no lo uses.
Puse mi mejor sonrisa y seguí con los saludos. 

Él sabe que no me gusta jugar limpio. 

Pasamos al restaurante. 
No estaba nada mal, parecía que Jose por fin había acertado con un sitio. 
Había barra libre de primeros, con ensaladas y pastas y unos estupendos y descamisados camareros te traían la carne pinchada en espadas y con otra cortaban tiras en cada plato. 

Las chicas que se encargaban de las bebidas tampoco estaban mal, llevaban unas camisetas más parecidas a sujetadores que un bikini, y sabían preparar buenos margaritas. 
Menos mal que esa noche no iba a volver a casa. 
Nos sentaron en una mesa cerca del escenario donde un grupo de bailarines hacían capoeira. 
Era divertido. 

Nacho se sentaba enfrente, al lado de Sandra, como siempre. 
La mesa era lo suficientemente estrecha como para jugar sin zapatos. 
Mis delicadas medias de seda dejarían su huella y si realmente quería dejar el juego sólo tenia que poner alguna escusa tonta y cambiarse de sitio. 
No lo hizo. 

La primera vez que mi pie tocó su pierna dio un salto en la silla. Sandra le pregunto si pasaba algo y el dijo que solo le picaba la pierna. 
Seguí acariciándole mientras él me hacia gestos para que parase. 

Cuando yo pedía mi tercer margarita él pedía su quinto. Y con ese quinto margarita perdía parte de su autocontrol. Lo supe en cuanto note como algo dentro de mí se vibraba. 
Había activado el mando a distancia. 
Resultaba divertido, difícil y morboso. 

Pasados unos minutos tuve que retirarme al baño. 
Era increíble el alcance que podían tener estos chismes. 
Cuando terminé, me quité mi pequeña ropa interior y la metí en mi zapato. 
Volví a la mesa y me senté de nuevo en mi sitio. 
Me miró sonriendo. Había disfrutado y pensaba que había ganado la batalla. 
Se merecía su premio, así que con mi pie coloqué mi ropa interior algo mojada sobre sus piernas. 
La cara de pánico que puso en ese momento me hizo sentirme satisfecha. 
La cogió con rapidez y la guardó en su bolsillo. 

Cuando nos despedimos para marcharnos fue él el que espero a que todos estuviesen distraídos para despedirse de mí.
-Te espero en mi casa. Tengo que darte algo. 

Y claro que me lo daría. 
Me había portado muy mal. 
Merecía un castigo.

martes, 2 de marzo de 2010

34ª Entrada

Naces de algo efímero pero llenas todo mi cuerpo. Tocas levemente mi cuerpo con tus ásperos dedos. Empiezan su recorrido en el torso de mi mano, suben hasta el codo y siguen por el hombro. 
Llegan a mi nuca, donde los enredas en mi pelo y un pequeño estremecimiento eriza mi piel. 
La besas. Siento tus labios através del pelo. 
Queda grabado en mi mente. 
Tus manos se cruzan sobre mi pecho mientras tus labios continúan su tarea en mi garganta. 
Noto el calor de tu piel en contraste con el frío ambiente.
Sólo quiero que ese calor se expanda por todo mi cuerpo.
Sin embargo tú te dedicas a repartirlo por algunas zonas. 
Descruzas las manos en mi vientre y me acercas más a ti. 
Todo tu cuerpo desprende su calor sobre mí. 
Envías cada una de tus manos en una dirección. 
Una vuelve al pecho, la otra entra entre mis muslos en busca del motor que haga inundar de calor mi cuerpo. 
Ese calor llega, como la lava asciende por la garganta del volcán, dispuesto a salir al exterior en una explosión que llena la habitación.

lunes, 1 de marzo de 2010

33ª Entrada; After Dark 3


Todo empezó hace un mes.
Me excedí. 
Fue una dulce chica con ganas de más.
Empezó como todas las noches, en una discoteca cerca de Soho.
Ese día me fije en una chica blanca, y morena. Sus facciones me recordaban lejanamente a las de Ella. Hace demasiado que la vi por última vez y confundí a esta chica.
Me acerqué lentamente, deje que notase mi presencia. Era ingenua, joven.
Resulto muy fácil seducirla. Era torpe en ese campo, no creo que nadie la hubiese seducido antes, pero le gustaba la forma en la que yo le susurraba, el modo en que mi mano rozaba su cintura.
En sólo diez minutos había conseguido toda su atención.
Una hora después sus amigas se iban a otro sitio y ella se quedaba conmigo.
Le propuse ir al hotel de siempre, pero dijo que prefería ir a su casa. Le seguí la corriente. Sabia que no la mataría, se le parecía demasiado.

Aquella casa era todo orden. 
Demasiados adornos, todos colocados en su lugar y con el polvo justo del día. 
Todo combinaba. En tonos rosa pastel y blanco. 
Había encaje de ganchillo en todo el salón.

Me invito a una copa, al rechazarla me llevo a su cuarto.
Presidía su cama un enorme oso de peluche blanco con un lazo rojo al cuello.
Había fotos familiares, más peluches, y por supuesto más rosa.
La empuje sobre la cama y tire al suelo los peluches. 
Estaba sorprendida y aliviada. 
Alguien desordenaba aquello por primera vez.

Le quite la ropa, algunas prendas quizá con demasiada brusquedad. Las bragas quedaron inservibles y en su cuerpo quedaron marcas por la presión que ejercieron al romperse.
El sujetador hizo varios arañazos en su cuerpo. Los repase con mis uñas hasta que salió la sangre y le lamí todas las heridas.
Estaba asustada y excitada.
Se quedo allí tumbada esperando.
Cuando la vi allí desnuda algo saltó en mi mente.
No era Ella, y Ella nunca estaría así para mí. Nunca volvería a estar cerca de Ella.
Nunca más la encontraría.
La odiaba, ¿por qué no podía ser Ella?
Esta no era a quien yo quería tener. No a esta mediocre chica. Esta chica no valía nada.
Un enorme dolor recorrió mi cuerpo.
Comencé a morderla. Estaba furioso.
Dañarla calmaba ese dolor.
Y sorprendentemente a ella le gustaba. Me pedía más. Arañaba su blanco cuerpo con sus uñas esperando a que yo chupase su sangre.
Animado por sus gritos y mi rabia empecé a morderla con más fuerza.
No recuerdo cuanto tiempo paso hasta que ella se dio cuenta de mis intenciones, pero en algún momento sus gritos dejaron de ser de lujuria para convertirse en gritos de terror.
Deje de oír nada.
Me perdí en su sangre.
Cuando volví en mi ella estaba muerta y yo…
Yo seguía enfadado.
Seguía sin tenerla.

miércoles, 17 de febrero de 2010

24ª Entrada: Reencuentro


Te he echado de menos.
Hace casi un mes que no te veo. Cada mañana al despertarme he pensado en ti, y cada noche he dormido pensando en ti.
Ahora son tus brazos los que me abrazan, es tu musculoso pecho en el que apoyo mi cabeza.
Te agarro fuerte. Tan fuerte que mis dedos quedan marcados en tu piel, y mis uñas recogen pequeños restos de ese contacto.
Tu bajas la cabeza para besarme. Con furia, casi con desesperación.
Aprietas tus brazos en torno a mi cintura y me acercas a ti todo lo que puedes. Tanto que me cuesta coger aire, pero el aire sobra en este momento.
Muerdo tus labios, muerdo tu lengua, espero tu reacción. Es justo la que esperaba, mi clavícula queda presionada entre tus dientes.
Me separas de ti y me empujas sobre la cama.
Tus manos recorren expertas todo mi cuerpo, recordando aquellos rincones que anhelabas.
Mi piel se estremece con cada roce.
Tiro de ti y me enredo entre tus piernas.
No pienso dejar que te me escapes, no esta noche.
Beso tus recovecos. Te gusta el contacto de mis labios sobre tu piel.
Mis uñas siguen el paso de mis labios y consiguen que se te ponga el bello de punta.
Me susurras al oído.
Sujetas mis manos mientras recoges el sabor de mi cuerpo.
Ambos deseamos volver a formar parte del otro.
Las sabanas han quedado enredadas en el suelo.
Guardo cada visión, cada tacto, cada olor, cada sensación en mi mente, como un pequeño tesoro. Sé que dentro de poco tendré que recurrir a ellos de nuevo. Pero de momento eres todo mio.

lunes, 8 de febrero de 2010

17ª Entrada

Habían pasado un mes y tres días. 
Tuve un día especialmente malo en la tienda. Había tenido una discusión con un proveedor porque no nos había traído lo que le habíamos encargado y acabábamos de romper el contrato con él. 
Cada vez vendíamos menos. 

Al volver del tren estaba lloviendo, Resbalé en un charco y me torcí la muñeca. 
Me metí en la ducha nada más llegar, pero me sentía completamente desconsolada, sólo quería que alguien me abrazase, no quería nada más. 
Salí a por sus flores y las coloque sobre la mesa. 
Sabía que desde fuera se veía esa mesa y deje la puerta entornada. 
Tardó mucho menos tiempo del que esperaba en llamar a la puerta. 
-Puedes entrar. 
Yo estaba poniéndome una venda en la muñeca. -¿Qué ha pasado? –Me quitó la venda de la mano sana y comenzó a ponérmela. 
-Solo ha sido una caída, no es nada serio. 
Estuvimos callados hasta que terminó de vendarme. 
Guardé todo lo del botiquín en su sitio y me acerqué a él. No podía seguir allí tan separada, me pegue a su pecho para que me abrazase, y lo hizo. 
Fue como volver a casa después de un tiempo fuera. 
Era reconfortante.
 
Besé su pecho y al mirarnos nos fundimos en un beso lento y ansioso, hacía mucho tiempo que nuestros labios no tocaban los del otro. Nuestras manos deseaban volver a sentir el tacto del otro. 
Echaba de menos su olor. 
Echaba de menos su risa. 
Echaba de menos su calor. 

Le noté indeciso pero a mi me daba igual. 
Le quité la camisa y pegué mi rostro a su pecho. 
Su corazón latía con fuerza. 
Mis manos agarraron su espalda con fuerza.
Sin ningún esfuerzo me alzó. Y sin apartar sus labios de mí me llevó al dormitorio. 
Conocía bien el camino. 
Todo estaba de más, la ropa, las sábanas, todo... 
Sólo quería recorrer cada rincón de su cuerpo. 
Mi piel pedía que sus manos volviesen a tocarla. 
Sus labios creaban pequeñas corrientes eléctricas cada vez que se juntaban a alguna parte de mi cuerpo. 
Queríamos todo. 
Queríamos estar dentro del otro y que el otro estuviese dentro nuestro. 
Cada pedazo de él me sabía a hogar. Era como volver al sitio al que perteneces. Y yo le pertenecía. 
Conocía todo de ese cuerpo, sabía lo que le gustaba y lo que no. 
Y teníamos todo el tiempo que quisiesemos para disfrutarlo. 

La cama parecía pequeña. 
No recuerdo como acabamos en el suelo. 
Mi respiración era entrecortada, agitada. 
Mi cuerpo tenía todos sus sentidos agudizados, cada roce, casa brisa la notaba intensificada. 
Me gustaba y a él, era más que obvio. 
Le acaricié. Le besé. Le lamí. 
Él sabía lo que debía hacer, y me complació. 
Yo también le complací. 
Pasamos unos días sudorosos, hambrientos de placer, complaciéndonos, disfrutando y dejando que lo malo se fuese. Olvidando lo que pasaba fuera.
Sabíamos que habría que volver, pero no este fin de semana. 

domingo, 7 de febrero de 2010

16ª Entrada; Juego sucio.


Ni si quiera necesitaste veme. Sólo con oír mis pasos sabías que hoy tendrías una mala noche. Me gusta pisar fuerte, marcando mis pasos, me hace sentir segura. Pero eran especialmente marcados.
Tampoco necesitaste que me quitase el abrigo para saber que de debajo llevaba el corpiño rojo que me regalaste.
Un simple vistazo y lo sabías. Mis brillantes tacones negros de aguja. Unos vaqueros que parecían pintados sobre mis piernas. No los conocías, eran nuevos, y no te gustaba como te hacían sentir. Sabías perfectamente que esa ropa me quedaría perfecta con tu brillante corpiño.
Me estabais esperando. También sabias que llegaría la última.

Entramos al lugar. Era bastante común a pesar de estar decorado en negros y rojos. Las paredes estaban cubiertas con unas telas de terciopelo rojo. Los sillones eran de terciopelo negro. Demasiado terciopelo. El techo y el suelo eran negros. Y todo estaba iluminado con unas lámparas araña de velas. No era mi sitio preferido, pero ellos querían conocer algo de este mundo, sabía que algunos se asustarían si les llevaba a un buen sitio, así que les lleve al más vulgar. A veces lo vulgar tiene su encanto.
No era tu primera vez, pero tenías que simular que si lo era. Ninguno de ellos sabía que a veces te gustaba acompañarme.
Nunca habías estado aquí, así que nadie te reconocería. Tuve cuidado de no descubrirte, en ese caso se habrían perdido nuestras salidas.

Nada más entrar supe que a esta gente no le gustaba, sólo una de las chicas sintió curiosidad y se atrevió a preguntar por algunas cosas. Ella siempre fue la más atrevida. ¿La seguiría su novio en el juego? Interesante.
Dejamos los abrigos en el ropero.
Me encantó ver tu cara cuando confirmaste tus sospechas. Llevaba el brillante corpiño rojo. También llevaba el colgante que me regalaste, una rosa negra con piedras rojas que simulaban gotas de rocío. Colgaban de la rosa más piedras rojas, de unos hilos transparentes, de modo que sobre mi seno se posaban más gotas de ese rojo rocío. No te acordabas de el, fue lo primero que me regalaste en nuestras salidas y hacía mucho tiempo que no me lo ponía.
Yo sabía que estaba jugando sucio, pero ¿Quién no lo hace en este mundo?
Llamaba bastante la atención.
Con aquel recogido se veía mi cuello blanco, solamente cortado por tu colgante. Y resaltando el busto por el rojo.
El lazo negro del corpiño colgaba desde el final de mi espalda hasta casi mis rodillas.
Atraía las miradas.

Me encantaba mirarte, los demás no podían saberlo, pero estabas a punto de morder. Lo noté en tu mirada, en la forma en que desapareció tu sonrisa y en el modo que cogiste a tu novia por la cintura, tan fuerte que ella protesto. Un relámpago cruzó tu mirada, sabías que yo no habría protestado.
Estabas deseando salir de allí, pero no ibas ha hacerlo dejándome allí sin saber que estaría haciendo.

Busqué un sitio donde pudieseis sentaros y observar, donde no se viese nada muy subido de tono, no quería que os marchaseis. No era eso lo que te tenía preparado.
Tras estar un rato con vosotros y hacer que bebieseis unas cuantas copas para que no pudieseis volver a casa de momento, me acerque a la barra con el pretexto de que conocía a una de esas chicas. Era mentira.
Me acerque ha hablar con ella. Sólo tú me mirabas, los demás ya se habían olvidado de donde estábamos y estaban entretenidos en sus conversaciones rutinarias.
Entonces me acerque más a la chica y la besé. Ella me siguió el juego.
No podías quitarme los ojos de encima, pero no debía notarse. Tu novia no podía ver esa reacción tan absurda. Esos celos que estabas sintiendo.
La chica y yo nos fuimos a un rincón más oscuro aún.
De nuevo sólo tú nos seguiste con la mirada. A mi acompañante le hacia gracia la forma en que estaba jugando contigo. Por eso me llevó a un rincón donde nos pudieses observar desde tu asiento junto a tu novia pero la poca luz no te permitiese ver lo que hacíamos. Era divertido para nosotras. Además esa chica sabía muy bien lo que hacía.

Estuvimos allí un rato. Hasta que una hora más tarde llegó el acompañante de la chica y esta me dijo que tenía que irse.
Antes de que ella se marchará yo fui al baño, así no pensarías que ella me dejaba.
Por supuesto, me seguiste.
Entraste hecho una furia.
Tus ojos ardían.
No te gustaba estar allí sin poder tocarme y viendo como otros lo hacían.
En mi opinión te gustaba demasiado ver y no poder.
No discutí contigo, no era lo que buscaba.
Y tú sabias que no querías discutir, sólo era la formar de sentirte menos frustrado por no poder hacer lo que tanto ansiabas.
Me empujaste dentro del retrete y echaste el pestillo.
Me sujetaste con firmeza.
Cuando me diste la vuelta vi que ardías.
Estabas deseando que pasase.
Pero hoy era yo la que dominaba el juego. Y tendrías que irte a casa sin probar si quiera mis labios.
Tenías que aprender que podías tenerme por completo si querías, pero no estando tu novia de por medio.
No podías exigirme que no contase contigo en mis juegos cuando tú lo hacías mientras estabas con ella.
La resignación es un sentimiento odioso.
Sabía lo que ibas a escoger, pero no hoy.
Hoy dejarías a tu novia en su casa y te irías a la tuya sólo.

15ª Entrada; Lencería y juegos

Nos pasamos la tarde entera escogiendo lencería para un trabajo de una de sus clases. 
Se suponíaque las fotos no seríanmías, pero al final, lo de no saber decir que no siempre me causa problemas. 
Al final de la tarde, había posado con varios modelos, ya tenía todo lo que necesitaba. 
Cuando terminamos su novia vino a buscarnos para ir a tomas unas copas. 
Yo no quería beber, tenía que volver a casa conduciendo y siempre había controles en la entrada al pueblo. 
-Pues quédate a dormir aquí. La cama de mi hermana esta vacía esta noche. 
No me pareció mala idea, después de toda la semana trabajando tenía ganas de unas cervezas y poder estar con amigos, poder charlar tranquilos. 
Su novia se fue a casa a dormir pronto y nos dejo solos. 
Fuimos a su casa tras unas cuantas copas más.
Al llegar se dio cuenta de que no había encendido la calefacción en la habitación de su hermana y era pleno invierno. 
Hacía mucho frío de modo que me ofreció dormir en la únicahabitación que teníala calefacciónpuesta, la suya. 
Como yo no pensaba dormir fuera de casa mi único pijama era uno de los picardías que habíamos usado para las fotografías. 
Nos metimos en la cama y comenzamos ha hablar. 
Él no estaba bien en su relación. 
Yo hacia poco había terminado la mía. 

Vimos una película de vampiros y comenté que me gustaría conocer el éxtasis que supone que se siente cuando un vampiro te muerde. 
Sin pensárselo dos veces me mordió el cuello. 
Le miré perpleja pero mi mente estaba un tanto embotada y mi instinto actuó antes de que pudiese parar.
Intenté devolverle el mordisco y de pronto me encontré debajo suyo, me sujetaba los brazos con fuerza por las muñecas, no pensé que tuviese tanta fuerza. 
Sonrió, -¿No querías saber que se siente cuando te muerden?”-Volvió a morderme. 
Intenté zafarme para poder devolverle el mordisco, tenía que darle al menos uno. 
Él se reía de mis intentos de fuga y volvía a morderme. 
Entonces se puso serio. 
-¿Sabes? Estas cosas no puedo hacerlas con mi novia, no le gusta que la agarre, la muerda o haga nada parecido. 
Se tumbó a mi lado mirando al techo. 
Parecía triste. 
Me abrazó, enredó sus piernas entre las mías y se quedó allí. 
Me sentía muy cómoda. 
Apoyo su cabeza en mi pecho y empezó a acariciar mis brazos suavemente creando círculos cada vez más grandes. 
-Esto tampoco puedo hacerlo. No es que Nina se caracterice por tener un pecho grande. 
Entonces le mordí. 
Se lo debía y él lo sabía, además tenía ganas de jugar. Y sólo estaba jugando, aquello no era engañar a nadie. Así que intentó agarrarme de nuevo, pero esta vez fui más rápida y le evité, entonces empezó a perseguirme por toda la cama hasta que volvió a pillarme. 
Esta vez sostuvo mis muñecas con sus manos y mis piernas con las suyas, con lo que estaba mucho más cerca que antes. 
Mordió lentamente desde mi hombro hasta casi rozar mis labios.
Mi cuerpo ardía debajo suyo. 
Tuve que hacer un gran esfuerzo, sé que habría sido divertido. Posiblemente el más divertido, pero después él se sentiría culpable y se acabaría nuestra amistad, así que me limite a seguirle el juego sin ceder dar un paso más pero con la esperanza de que lo diese. 

No pasó, no llegó a besarme ni pasó nada más que caricias, mordiscos y mucho deseo.

A veces odio ser buena persona.

viernes, 5 de febrero de 2010

12ª Entrada; Last Nigth.


Mis dientes quieren morder.

Me pongo mi corpiño negro.
Los vaqueros ajustados.
Los tacones de aguja.
El maquillaje de mis ojos es oscuro.
Mis labios son rojos.
Mis uñas estan preparadas.
Mi cuello esta atado con un lazo negro.
Sobre mi escote caen las tiras del lazo negro.
Estoy sola.
Sola y lista para comer.
Hoy todo sera donde yo quiera.
Cuando yo quiera.
Como yo quiera.
Y con quién yo quiera.

martes, 2 de febrero de 2010

9ª Entrada: After Dark.2

La luna brilla naranja. 
Aquí es mucho más grande de lo que estoy acostumbrado. Pero tengo una ansia especial. 
Necesito volver a verla, volver a probarla. 
Me prometí no venir a por ella. Pero soy más débil de lo que pensaba. O eso quiero creer. 
Al final estoy aquí. 
No me resultó difícil seguir su rastro. Conocía la zona en la que vive. Una vez allí sólo necesité un pequeño rastro. 

Su ventana está abierta. 
¿Me estará esperando o pensará que no vendré hasta aquí? 
Esta preciosa cuando duerme y huéle de un modo único. 
Debería tener más fuerza de voluntad. 
Me prometí a mi mismo que nunca le haría esto a nadie. 
No es una buena vida. Simplemente, no es una vida. 
Es mejor que me vaya antes de que me arrepienta. 

-¿Ya te vas? 
¿Cuándo se ha despertado? ¿No lo he notado o no he querido darme cuenta de que no dormía? 
-Es mejor que lo haga. 
-¿Te doy miedo? 
-Debería ser al revés. Puedo matarte ¿sabes? 
-Si quisieras matar a alguien no habrías viajado hasta aquí. ¿Qué quieres de mí? 
Pensé un momento. ¿Qué quería de ella? 
Buena pregunta. 
Me la había hecho un millón de veces en estos meses y nunca sacaba nada en claro. 
-Supongo que tengo curiosidad.
Ladeo un poco la cabeza. Parecía escéptica.
- No tienes miedo a morir, pero tampoco te importa hacerlo. ¿A caso no te gusta tu vida? ¿Porque no te importa morir? 
-No quiero morir, quiero hacer muchas cosas antes de morir. Y mi vida me gusta. No es que no me importe, es que no me da miedo. Sé que he disfrutado mi vida, he hecho todo lo que he podido hacer. No tengo porque temer a la muerte, pues cuando haya muerto no existiré y por lo tanto nada podrá afectarme. Sólo afectará a la gente que dejo atrás, por eso espero que sea lo más fácil posible para ellos de aceptarlo. 
-Me resulta curiosa tu forma de verlo, desprende cierta paz verlo de ese modo. 
-¿Y si te diese la oportunidad de "vivir" eternamente? 
-Aún no estoy preparada para ello y menos sin conocer las reglas. 

Pasamos otra noche hablando. 
Esta vez le cuento más de lo que debería, cosas que son sólo nuestras. 
No sé cómo lo hace, simplemente me gusta hablar con ella, me gusta contarle cosas sobre nosotros. 
Una parte de mí sabe que es porque quiero que sea como yo, que comparta conmigo más que una vida mortal. 

Antes de que amanezca me ofrece su muñeca. 
Parece confiar en mí.
Cuando cae inconsciente la dejo en la cama. 
No debo seguir, no me lo podría perdonar, ¿o sí?
No, mejor me voy.
Pero hay algo que me impulsa ha hacerlo. 

Salgo huyendo. 
He de volver a Londres. 
He de hacerlo ya.

domingo, 31 de enero de 2010

8ª Entrada

El corazón me late de forma violenta. 
Sus dientes muerden mis labios mientras yo trato de reaccionar, pero mi mente esta embotada en su tacto. 
Sus labios son suaves, sólo con su roce mi pulso se había acelerado. 
Cuando puso sus manos en mi cintura mi cuerpo se estremeció. 
Y ahora esta mordiendo mis labios, y yo soy incapaz de reaccionar. 
De saber si quiera si me gusta. 
Claro que me gusta, por eso no quiero que pare. 
Si no lo demuestro de algún modo parará. Y todas estas sensaciones, esta ansia de más, acabarán. 
Porque yo nunca seria capaz de empezarlo, me da demasiada vergüenza, demasiados complejos, demasiados miedos, demasiados prejuicios. 
Pero ahora no es momento de todo eso, yo no he empezado. 
Sólo tengo que seguir. 
Dejarme llevar. 
Ciño mis manos a su cintura, y prolongo el beso. 
Con una de mis manos recorro su espalda. 
 Es suave. 
Me gusta el tacto de su piel. 
Nuestras lenguas se encuentran. 
La mía repasa sus delicados labios. 
Todos mis sentidos se disparan cuando noto sus uñas a través del corsé. 
No importa el lugar, no importa el momento. 
Mi respiración empieza a acelerarse. 
Sonríe. 
Mis venas palpitan a un ritmo mucho más rápido que de costumbre. 
Siento la sangre correr por todo mi cuerpo, como un fuego ardiendo cuando lame mi cuello. 
Quiero que desaparezca la ropa. 
Fundir mis manos en su cuerpo. 
Lamer todos sus rincones. 
Sentir su roce sobre mi piel. 

Pero no es el lugar. 
Tampoco el momento.

jueves, 28 de enero de 2010

7ª Entrada

Un suave roce frío me despertó, pero no abrí los ojos. 
Era su dedo acariciando mi hombro desnudo, lo sabía. 
Dibujando pequeños círculos. 
Podía notar su respiración. 
Su aliento salía directo a mi cuello. 
Su pecho, duro, subía y bajaba contra mi espalda. 
Notaba su fuerte brazo bajo mi cuello. 
Sus piernas, enredadas con las mías. 
Sus dedos subían y bajaban de mi hombro a mi pecho. 
Recorrían mi pezón, que endurecía con su roce.
Mi respiración comenzó a acelerarse. 
Su mano comenzó a recorrer el resto de mi cuerpo. 
Sus labios comenzaron a besar mi hombro. 
Sus dientes les siguieron, acariciando desde mi hombro hasta a mi garganta. 
Noté como su boca se cerraba en torno a ella. 
Como sus dientes mordían mi cuello y su lengua jugaba lentamente. 
No abrí los ojos. 
Me dejé llevar por su cuerpo, por sus caricias, por su deseo, que se convirtió en el mío. 

miércoles, 27 de enero de 2010

After Dark.1

Salté por su ventana.
Tenía un olor peculiar. 
Olía a sol, o al menos olía a como debería oler el sol. 
Para mi sorpresa, ella era pálida, casi tan pálida como yo. 
 Parecía una muñeca de porcelana, tan frágil, tan blanca. 
Estaba escuchando el latido de su corazón cuando algo llamó mi atención. 
Una fotografía. 
En la pared que había frente a su cama estaba colgada una de mis fotografías preferidas. Una fotografía de Piotr Powietrzynski. 
Eso despertó mi curiosidad, ¿de dónde había sacado aquella chica esa imagen? 
Busqué por su casa hasta que dí con un pequeño libro, After Dark. 
Mi curiosidad fue en aumento. El título del libro no era muy prometedor, ¿tendría alguna relación con la portada? 
Leí aquel libro, me gustó. 
La curiosidad por la chica aumento, de modo que revise su portátil, había muchos escritos. 
Tenía una mente muy contradictoria, parecía que estuviese en una lucha constante entre sus deseos y su educación. 
En uno de esos escritos hablaba de nosotros, parecía que tenía curiosidad por como somos, por como vivimos. 
Ya que esa chica me había dado de forma subconsciente algo diferente, me prometí que le respondería sus preguntas esa noche. 

Acaricié suavemente su hombro descubierto. 
Ella despertó. 
Me miro tranquila y sonrió. 
Parecía como si llevase un tiempo esperándome. 
 -¿No tienes miedo?- Negó levemente. 
-¿Sabes qué soy?- Asintió. 
Pensé que sería una de esas chicas que están esperando a que alguien las transforme para ser inmortales y superiores al resto. 
-¿Quieres ser como yo?- Volvió a negar. 
Eso me sorprendió. 
Entonces pensé que quizás sólo fuese una suicida buscando una muerte romántica. 
-¿Quieres morir?- Volvió a negar. 
-¿Qué quieres? 
-No lo sé. No sé lo que quiero, sólo conozco lo que tengo. 

Era una chica realmente extraña, tanto su olor, sus escritos como su forma de pensar eran diferentes a lo que conocía. 
Le dí las respuestas a todo lo que me preguntó.
Incluso la cogí en brazos y le mostré mi velocidad. 
No sé si disfrutaba con cada segundo que vivió conmigo. Sólo sé que lo guardó en su mente como un tesoro, escuchó, observó y sintió todo de una forma tan apasionada que una parte de mí sintió lo mismo que ella, como si todo fuese nuevo otra vez. 
Al final de la noche la dejé en su cama. 
Ella me pidió que al marcharme dejase el gas de la cocina encendido para que su familia pensase que había sido un error suyo, que no pasasen su vida preguntándose quién la había matado. 
Su sangre ardía. Realmente era sol líquido. Un sol oscuro, caliente. Un sol que se apagaba por momentos. 
No quise matarla. 
La dejé en su cama. 
En un par de días estaría repuesta. 

 Cuando volví para verla sólo había una nota; “Gracias.” 
Nunca más volví a verla, sabía que estaba en su casa, con su familia, pero si volvía a verla la ataría a mi condena. 
No quería ser ese monstruo para ella.

lunes, 25 de enero de 2010

Roseline

¿De verdad quieres saber mi historia? 
Te aviso que no he tenido una infancia bonita y feliz, en una casa con amor y paz. 
La adolescencia tampoco fue fácil, y ahora, cuando por fin era feliz y sabía lo que esa palabra significaba, todo ha desaparecido. 
Así que ya sabes. 
Aún puedes dejar de leer y dedicarte a cosas mas agradables... 

 No sé donde nací, tampoco sé que día. 
Sólo sé que un día se abrieron las puertas de la guardia de la ciudad y allí estábamos, yo y otros dos bebés. 
Como era habitual en estos casos nos acogieron, nos dieron nombre y uno de nosotros murió.

Sólo quedamos Jack y yo. 
A los cinco años empezó nuestro entrenamiento. 
Recuerdo que era como un juego, espadas de madera, flechas sin punta, siempre eran juguetes bélicos, lo más parecido a una muñeca que tuve eran los supuestos ladrones y asesinos a quienes debíamos vencer. 
Con 10 años comenzamos nuestro entrenamiento de artes marciales, y a los 15 la formación especial de la guardia única. La rama más severa, una formación a la que sólo accedían huérfanos que no tenían nada que perder, ya que las nuestras, serían misiones...complicadas, por decirlo de algún modo. 
Con 20 años entramos en la guardia única. El trabajo no nos gustaba, pero eramos compañeros, y por fin teníamos un sueldo. 

Alquilamos una casa en las afueras de la ciudad, era pequeña, vieja y tenía goteras, pero era nuestra. 
Yo estaba mirando por la ventana los que haceres de la gente normal, los niños jugando, las parejas paseando... Miraba aquello con anhelo. 
-Rose, hay algo que quiero decirte desde hace tiempo.- Deje lo que estaba haciendo y le presté atención.
- Sé que nosotros nunca vamos a tener un amor romántico como puedan tener nuestros vecinos. Somos huérfanos, y no creo que nadie quiera saber nada de nosotros si conociese cual es nuestro trabajo. 
-Lo sé, pero eso no me impide que observe como otros disfrutan lo que yo no tengo. 
-Sé que entre nosotros no hay más que una relación fraternal, somos como hermanos, nos queremos como hermanos, pero podemos conseguir dinero, irnos lejos de aquí, casarnos, tener hijos y dejarles vivir una vida.- No me esperaba esa salida, debió notarlo.
- Sé que no es lo mismo, pero es lo más parecido a una vida que podemos tener. No nos amamos, pero no me gustaría que te casaras con alguien y esa persona te alejase de mí. Eres una parte de mí, llevamos juntos toda la vida. 
-Yo tampoco quiero dejar de estar contigo. Es como si fueses parte de mi, te conozco, sé como piensas y como actúas.
Me quedé pensando mientras volvía a mirar por la ventana. La gente parecía tan feliz. Yo quería conocer esa vida, pero no quería alejarme de Jack. Era una buena opción. 
Durante dos años estuvimos guardando el dinero que pudimos para poder escaparnos. Hacíamos los trabajos que nadie quería, asesinato, robo, espionaje. Todo aquello que nos retribuyese una gran cantidad de dinero. 
Cuando tuvimos lo suficiente hablamos con nuestros superiores, les explicamos que nos queríamos casar y abandonar la guardia. Sólo los superiores de la guardia acudieron a nuestra unión. En este mundo no tienes familia, no tienes amigos, no tienes conocidos, no tienes nada. 
 Antes de dejar la guardia nos pidieron una última misión. 
Era algo muy sencillo. 
Teníamos que recuperar unos papeles. 
La casa donde estaban no era difícil de asaltar, nosotros podíamos con aquello. Conseguimos los papeles sin problema, pero a la salida unos guardias nos vieron saltar, dieron la voz de alarma y seis hombres corrieron hacia nosotros. Salimos de allí, estábamos en una calle concurrida y había demasiada gente que podía salir herida, incluso muerta. 
Llegamos a un callejón y nos enfrentamos a ellos. 
Duraron poco, apenas unas cuantas cuchilladas, algo de pelea, y se había acabado. 
Me di la vuelta orgullosa de haber matado al último, eso significaba que después de tres meses había vuelto a superarle. 
Ese pensamiento me despisto, no me dí cuenta de lo que pasaba hasta que no le vi correr y ponerse en medio. La flecha de dio a él, yo maté a su agresor lanzándole una daga al corazón, murió en le acto, de haber sabido que la flecha estaba envenenada le hubiese matado muy lentamente. 
Jack murió mientras le llevaba a la enfermería del cuartel. Entregué los malditos papeles y fui condenada. 
El chico al que mate con la daga, el asesino de Jack, era hijo de alguien importante. Por supuesto su vida valía más que la de Jack, él era de sangre noble. 
Maldito niño mal criado. 

Alguien abrió mi celda, tiro mi juego de dagas dentro y se marchó. Ahora no sé donde ir, no tengo casa, no tengo familia, no tengo trabajo. 
Sólo quiero correr, no, sólo quiero matar.
No sé a quién ni donde, pero encontraré a alguien que lo merezca, y no dudaré un segundo.