miércoles, 31 de marzo de 2010

45ª Entrada;

Ver como te mueves, 
tus pies golpeando el suelo, 
tus manos arañando el aire, 
 tu cara al contar el tiempo. 
ver como tu cuerpo gira,
acabando su giro a punto de rozar el suelo, con la pierna estirada mostrándola a través de la falda. 
Ver como te levantas suavemente, deslizando la pierna por la superficie del suelo como si lo acariciases, como si la punta de tu tacón estuviese tocando algo que amas. 
Ver como tu pierna sube hasta que tus manos la acarician para recoger la falda, que deja al descubierto, durante apenas unos segundos, tus firmes muslos.
Ver como sujetas tus caderas, con un ligero roce, mientras tu falda se balancea al compás, creando un ritmo hipnotizador que absorbe mi ser al completo. 
Eso eres tú, 
un instrumento capaz de embaucar a cualquiera con uno de tus bailes cual antigua gitana con sus fuegos y danzares. 
Te mueves, y consigues que todo gire a tu alrededor.
La tierra tiembla cuando la golpeas
El aire se para cuando tus suaves manos lo embrujan. 
Todo se transforma a lo que tu quieres. 
Tú eres la dueña de cuanto te rodea, de cuanto te observa.

jueves, 25 de marzo de 2010

42ªEntrada; La curiosidad...

Sólo quería saber de que trataba todo aquello.
Estaba hastiada de lo mismo de siempre, y ahora me había arriesgado a romper mi rutina, me había arriesgado a romper con todo lo que me ataba de un modo que yo no deseaba.
Había dejado el trabajo, a mi pareja y tenía total libertad para hacer lo que se me antojase.
Y lo que quería hacer era conocer.
Quería saber lo que era realmente vivir de forma apasionada y haciendo lo que a uno realmente le apetece. 
Llevaba demasiado tiempo haciendo lo que los demás querían.
Casualmente había retomado una amistad anterior a mi expareja y me había invitado esa noche a una fiesta.
Yo sabía que no iba a ser una fiesta normal, pero tenía curiosidad, y si a esa curiosidad le sumas el hecho de que aún no estaba acostumbrada a decir que no, pues sólo quedaba una opción, ir a la fiesta.
Sabía que sería algo diferente, pero como en mi armario me gusta tener un poco de todo me puse una minifalda de cuero negro tableada, con una camiseta de cuello chino ajustada y las botas de licra negra, con bastante tacón.
Me gustó cuando me miré al espejo.

Cuando llegue al sitio enseguida fui recibida por mi amigo, que me dejo al cuidado de su chica, esta me enseñó el local y me guió en mi primera visita a este mundo.
Recuerdo que en la pared frente a la barra, en la primera sala, se proyectaban fotografías, o quizá es que yo las recuerdo como fotografías cuando realmente eran vídeos.
Eran bastante atrevidas para lo que yo estaba acostumbrada.
Había chicas con fustas, tacones de aguja seguidos por medias negras de rejilla, hombres amordazados...
Y una que me llamó la atención, era una chica atada de un modo peculiar. 
No estaba atada a nada en particular, simplemente estaba atada a ella misma, y las cuerdas hacían un recorrido sobre su cuerpo realmente llamativo.
Mi acompañante se fijó en aquello que me había absorbido ese instante y prometió que me enseñaría como se hacía.

En la segunda sala el ambiente era diferente.
Todos vestían prendas de cuero, de látex o similares. Mi amiga aquí entonaba mucho más, aunque con su altura y los tacones resaltaba entre el resto de la gente.
Era como si flotase sobre el resto. 
Se la veía tan segura, tan poderosa y tan ella misma...
Iba con su brillante corpiño, los pantalones negros y la fusta, jugueteando y hablando con los invitados.
Estuvimos un rato por esta sala mientras nos tomábamos algo y dejaba mi abrigo y mi bolso en el ropero.

Por último me llevo a la sala de abajo, había que bajar unos escalones y era como entrar en los calabozos de una vieja mazmorra.
Abajo había varios objetos desconocidos para mí. 
Me quede allí gran parte de la noche, observando para que servían cada uno de esos objetos, me enseñaron como debía utilizar una fusta, para que servía un gato, vi como usaban el cepo y una cruz en X y entonces fue cuando vi las cuerdas.
Mi amiga apareció en ese momento, alguien quería que le enseñase a hacer un bondage. 
Yo no entendía nada, pero me pregunto si podía hacerlo conmigo.
Yo me fiaba de ella, y sentía que en ese momento, que esa noche, no podría decirla que no a nada, modo que acepté.
Ella cogió las cuerdas que yo había estado observando, esto incrementó mi curiosidad, me alegre de que me hubiese pedido ayuda, ahora sabría como iba aquello de las cuerdas.
Entonces paso la cuerda alrededor de mi cuello y paso los dos extremos por mi entrepierna, comenzó entrecruzar las cuerdas entre sí, a hacer extraños nudos por mi torso para más tarde dejar una pequeña distancia y atar mis muñecas entre sí.
Me sentí completamente sumisa ante ella, era una sensación nueva. Aunque no estaba segura de sí me gustaría que nadie más me sometiera de ese modo.
Más tarde aprendí que no me importa que me sometan según quién y cómo, pero esa noche fue así. Y me gustó.
Les explicó a la otra pareja que era un bondage sencillo, a mi no me lo parecía.
Nos paseamos mostrando su creación a los demás hasta que empezó el espectáculo.
Habían contratado a una pareja para que animase la fiesta.
El hombre llevaba anillas a lo largo de su cuerpo, boca, pezones, ombligo, genitales... y la mujer comenzó atándolas entre sí, este comienzo fue demasiado para mí. Quería experimentar y conocer pero había espectáculos que aún sigo siendo incapaz de contemplar.

Me cambié de sala y mi amiga me ayudó a desatarme.
Fué un momento realmente extraño, fué algo íntimo, seductor, delicado, memorable.

Esa noche aprendí muchas cosas, y muchos juegos eróticos que me contaron algunos invitados, ya que hablé con bastantes.
Me hicieron muchas propuestas, que no acepté ya que aún no me sentía preparada, pero sirvieron para subir mi ego.
Y me abrió los ojos a un nuevo mundo.

domingo, 14 de marzo de 2010

38ª Entrada; After Dark (Final)

La chica en cuestión era algo más conservadora que las últimas, o quizá tenía más instinto. 
El caso es que se me estaba resistiendo más de lo que planeé en su momento. 
Pero tenía que ser esta chica. En las últimas ocasiones me había vuelto menos cuidadoso. 
La policía se estaba volviendo loca, pensaban que yo era un asesino en serie algo excéntrico y con un toque de locura que consistía en que yo me creía un vampiro. 
Ilusos. 

Cada vez me importaba menos lo que pasase.
Si seguía así, sabía que en un par de semanas volvería a España a buscarla. Pero no hizo falta. 
Un latigazo golpeó mi espina dorsal cuando percibí su olor dentro del local. 
Hacía tanto tiempo de la última vez que me recorrió entero. 
La busqué desesperado, sabía que no estaba en condiciones de estar con ella, que esta vez había muchas posibilidades de que la matase, pero la encontré, y ella me estaba esperando con una perfecta sonrisa. 
Me acerqué lo más calmado que pude. 

-Hola.- Me saludo. 
-¿Qué haces aquí? 
Sólo sonrió. 
-No deberías haber vuelto. Sabes que esta ciudad no es segura para ti. 
-¿Y las otras si lo son? 
Era obvio que no, así que no pude replicarte. 
-Me gustaría seguir hablando contigo. Desde que te conocí he estado leyendo muchas cosas sobre vampiros y me gustaría saber cuales son reales. 
-¿Has venido buscándome? 
-Una vez que te han enseñado que existe el mundo en color quieres verlo todo. 
-Has salido curiosa. Pero no puedo hablarte de nada aquí, deberías saberlo. 
-Pues vámonos. 

Sabía que no debía aceptar tu oferta si no estaba dispuesto a matarte o convertirte, llevaba meses esperándote. 
-No tengo miedo, y he dejado las cosas resueltas por si ocurría algo.
Enfatizaste el ocurría y cogiste tus pertenencias. 

Salimos del local y te lleve al hotel al que solía ir antes de empezar a matar a mis victimas, quizá eso me ayudase a no matarte. 
Te sentaste en la cama y comenzaste a beber los zumos que había en la nevera de la habitación.
-Cuéntame más cosas. Quiero saber. 
-¿Hasta donde quieres saber? 
-Quiero saberlo todo.
Ese todo implicaba más de lo que decía. 

Te hablé sobre lo que sabía, lo bueno y lo malo, el dolor que se siente mientras va muriendo tu cuerpo, el placer de beber la sangre. La calidad con que se apreciaba el mundo, los sentidos y las sensaciones aumentadas. 
El gran remordimiento de hacer daño a las personas. 
El horror de vivir en soledad eternamente. 
-Pero cuando te transformaron, ¿no te quedaste con el vampiro que te transformó? 
-Viví con Elaysha mucho tiempo, pero acabas cansándote de la persona que tienes al lado durante años y cuando te sientes preparado y cansado de esa persona decidís recorrer el mundo separados por un tiempo. Algún día volveremos a andar juntos, pero aún no es el momento. 
-También te cansarías de mí. Aunque durante un tiempo estaríamos juntos. 
-Posiblemente durante años. Pero aún no es tu momento de dejar la vida. 
-Eso debería decidirlo yo, ¿no crees? 
Y tras decir esto te hiciste un corte sobre el pecho con uno de tus anillos. 
Podía haberte parado, pero no quería. 
Me miraste expectante. 
Deseabas que bebiese y yo no podía controlarme por más tiempo. 
Lamí tu pecho y después hinqué los dientes. 

Ese fuego volvía a recorrer mis venas. 
Era tan dulce, tan caliente. 

Me encantaba esta sensación. 
Me dejé llevar por ella durante varios minutos, entonces empecé a sentir algo más. 
Me sentía aletargado, cansado. 
No era capaz de beber más, apenas podía moverme. 
¿Acaso te había matado y había bebido toda tu sangre? 
No era posible, no había bebido tanto. 
Me separé de ti, te miré. 
Seguías consciente, me preguntabas si pasaba algo. 
Pero yo no era capaz de hablar, ese fuego que había bebido ardía en mi interior. 
Dolía. 

Entonces me miraste fijamente y tu rostro cambió por completo. 
-¿Porqué si los vampiros os quemáis con el fuego os empeñáis en beberlo? Todos hacéis lo mismo. 

Una sonrisa de suficiencia se formó en tu rostro mientras me consumía el fuego que corría por mis venas. 
Y esa expresión de satisfacción fue lo último que vi antes de que mi cuerpo se convirtiera en cenizas.

jueves, 4 de marzo de 2010

36 Entrada; La novia

Voy a recogerte a la estación. 
Estas más delgado, demasiado delgado. 
Tu mirada esta perdida, quedó atrás, atrapada en todo lo que has visto. 
Tus labios no son capaces de hablar, siguen ahogando los gritos que no pudiste dar. 

¿Cuántas cosas has tenido que hacer sin quererlo? 
Cojo tu mano. 
Quiero ser tu guía, la luz que te saque de esa oscuridad que te posee. 

Llevarte de camino a casa es como sujetar una pluma, te dejas llevar, lentamente, como si tus pasos levitasen. 
Cierro la puerta y dejo tu mochila en el suelo. 
-Cariño por fin ha terminado, no tendrás que volver. Nunca más dejaré que lo hagas. 

Sé que mis palabras resuenan en tu cabeza como el viento resopla entre las montañas, pero quizá quede su esencia en algún rincón de tu mente. 

Te llevo al baño. 
Mientras caliento el agua voy desabrochando despacio tu camisa, tus zapatos, tus pantalones. 
Mis ojos apenas recuerdan tu cuerpo desnudo. 
¿Cómo es posible que haya cambiado tanto? 

Meto tus piernas con cuidado dentro de la bañera después de comprobar que el agua no esté demasiado caliente. 
Te obligo a sentarte. 
Repaso con la esponja todos aquellos huecos que me eran familiares y todos los nuevos que han surgido. 
Limpio a conciencia todas tus nuevas cicatrices. 
Me gustaría borrarlas. 
No sé de donde provienen pero no creo que sean buenos recuerdos. 

Froto con cuidado cada parte de ti. 
Te seco con la toalla más suave que tengo. 
Despacio. 
Parte por parte. 
Parece casi un ritual. 

Empiezo por la cara, bajo al cuello, el torso y los brazos, la cintura, la entrepierna, las piernas, los pies. 
Apenas te mueves. 

Preparo la espuma de afeitar, la brocha y la cuchilla. 
No puede caer ni una gota de sangre. 
No más sangre. 

Extiendo la espuma por tu barbilla, sobre tus labios y en las patillas. 
Lleno el lavabo de agua y preparo la toalla húmeda. 
Cojo la cuchilla con cuidado y voy retirando la espuma mientras raspo el bello de tu cara. 
Pongo tanto cuidado que apenas se nota el movimiento en mis manos. 
Afeitar, aclarar la cuchilla. 
Afeitar, aclarar la cuchilla. 
Cuando termino pongo la toalla húmeda sobre ti mientras preparo el alter save. 
Lo unto con mis dedos, esta frío. 
Calma. 

Te visto despacio. 
Primero los calzoncillos nuevos, los calcetines, tus vaqueros preferidos y la camiseta que más te gusta. 

Te siento en la mesa de la cocina y la preparo mientras se calienta la comida que dejé preparada en el horno. 
Te he preparado lasaña. 
Era tu plato preferido. 
La pongo sobre la mesa, y me siento a tu lado. 
Dos o tres bocados, un trago de agua. 
Bocados, agua… 

De postre he preparado tarta de limón y merengue. 
Es la que mejor me sale. 

Cuando terminas te llevo a la habitación. 
Te quito la camiseta, los vaqueros y los calcetines. 
Abro la cama. 
Te tumbo despacio. 
Me quito el vestido, las medias y el sujetador. 

Me tumbo sobre tu pecho. 
Te acaricio suavemente. 
Te beso el pecho despacio. 
Noto un pequeño roce sobre mi espalda. 
Te miro y me miras. 
Estás ahí. 
Por fin eres tú. 
Bajo esas cicatrices y ese dolor estas tú. 
Te sonrío. 
Una leve sonrisa se forma en tu rostro. 
Sé que volverás a mí,será lento, pero volverás. 

miércoles, 3 de marzo de 2010

35ª Entrada; Nunca me gusto el juego limpio

Hacia tiempo que no nos juntábamos todos los amigos, lo echaba de menos. 
Jose había elegido un restaurante brasileño junto al hotel colon. 
Casualmente la mayoría de las chicas llevábamos falda, aunque intuía que yo era la única que llevaba medias en lugar de pantys. 
Esperé a saludarte cuando todos estaban pendientes de saludar a los demás y te di un pequeño mando. 
Solo tenía tres botones: más, menos y un punto. 

-Lo hemos dejado, ¿recuerdas? Te deje porque Sandra comenzaba a sospechar y tú no te cortabas mucho. No pienso entrar en tu juego. 
-Entonces no lo uses.
Puse mi mejor sonrisa y seguí con los saludos. 

Él sabe que no me gusta jugar limpio. 

Pasamos al restaurante. 
No estaba nada mal, parecía que Jose por fin había acertado con un sitio. 
Había barra libre de primeros, con ensaladas y pastas y unos estupendos y descamisados camareros te traían la carne pinchada en espadas y con otra cortaban tiras en cada plato. 

Las chicas que se encargaban de las bebidas tampoco estaban mal, llevaban unas camisetas más parecidas a sujetadores que un bikini, y sabían preparar buenos margaritas. 
Menos mal que esa noche no iba a volver a casa. 
Nos sentaron en una mesa cerca del escenario donde un grupo de bailarines hacían capoeira. 
Era divertido. 

Nacho se sentaba enfrente, al lado de Sandra, como siempre. 
La mesa era lo suficientemente estrecha como para jugar sin zapatos. 
Mis delicadas medias de seda dejarían su huella y si realmente quería dejar el juego sólo tenia que poner alguna escusa tonta y cambiarse de sitio. 
No lo hizo. 

La primera vez que mi pie tocó su pierna dio un salto en la silla. Sandra le pregunto si pasaba algo y el dijo que solo le picaba la pierna. 
Seguí acariciándole mientras él me hacia gestos para que parase. 

Cuando yo pedía mi tercer margarita él pedía su quinto. Y con ese quinto margarita perdía parte de su autocontrol. Lo supe en cuanto note como algo dentro de mí se vibraba. 
Había activado el mando a distancia. 
Resultaba divertido, difícil y morboso. 

Pasados unos minutos tuve que retirarme al baño. 
Era increíble el alcance que podían tener estos chismes. 
Cuando terminé, me quité mi pequeña ropa interior y la metí en mi zapato. 
Volví a la mesa y me senté de nuevo en mi sitio. 
Me miró sonriendo. Había disfrutado y pensaba que había ganado la batalla. 
Se merecía su premio, así que con mi pie coloqué mi ropa interior algo mojada sobre sus piernas. 
La cara de pánico que puso en ese momento me hizo sentirme satisfecha. 
La cogió con rapidez y la guardó en su bolsillo. 

Cuando nos despedimos para marcharnos fue él el que espero a que todos estuviesen distraídos para despedirse de mí.
-Te espero en mi casa. Tengo que darte algo. 

Y claro que me lo daría. 
Me había portado muy mal. 
Merecía un castigo.

martes, 2 de marzo de 2010

34ª Entrada

Naces de algo efímero pero llenas todo mi cuerpo. Tocas levemente mi cuerpo con tus ásperos dedos. Empiezan su recorrido en el torso de mi mano, suben hasta el codo y siguen por el hombro. 
Llegan a mi nuca, donde los enredas en mi pelo y un pequeño estremecimiento eriza mi piel. 
La besas. Siento tus labios através del pelo. 
Queda grabado en mi mente. 
Tus manos se cruzan sobre mi pecho mientras tus labios continúan su tarea en mi garganta. 
Noto el calor de tu piel en contraste con el frío ambiente.
Sólo quiero que ese calor se expanda por todo mi cuerpo.
Sin embargo tú te dedicas a repartirlo por algunas zonas. 
Descruzas las manos en mi vientre y me acercas más a ti. 
Todo tu cuerpo desprende su calor sobre mí. 
Envías cada una de tus manos en una dirección. 
Una vuelve al pecho, la otra entra entre mis muslos en busca del motor que haga inundar de calor mi cuerpo. 
Ese calor llega, como la lava asciende por la garganta del volcán, dispuesto a salir al exterior en una explosión que llena la habitación.

lunes, 1 de marzo de 2010

33ª Entrada; After Dark 3


Todo empezó hace un mes.
Me excedí. 
Fue una dulce chica con ganas de más.
Empezó como todas las noches, en una discoteca cerca de Soho.
Ese día me fije en una chica blanca, y morena. Sus facciones me recordaban lejanamente a las de Ella. Hace demasiado que la vi por última vez y confundí a esta chica.
Me acerqué lentamente, deje que notase mi presencia. Era ingenua, joven.
Resulto muy fácil seducirla. Era torpe en ese campo, no creo que nadie la hubiese seducido antes, pero le gustaba la forma en la que yo le susurraba, el modo en que mi mano rozaba su cintura.
En sólo diez minutos había conseguido toda su atención.
Una hora después sus amigas se iban a otro sitio y ella se quedaba conmigo.
Le propuse ir al hotel de siempre, pero dijo que prefería ir a su casa. Le seguí la corriente. Sabia que no la mataría, se le parecía demasiado.

Aquella casa era todo orden. 
Demasiados adornos, todos colocados en su lugar y con el polvo justo del día. 
Todo combinaba. En tonos rosa pastel y blanco. 
Había encaje de ganchillo en todo el salón.

Me invito a una copa, al rechazarla me llevo a su cuarto.
Presidía su cama un enorme oso de peluche blanco con un lazo rojo al cuello.
Había fotos familiares, más peluches, y por supuesto más rosa.
La empuje sobre la cama y tire al suelo los peluches. 
Estaba sorprendida y aliviada. 
Alguien desordenaba aquello por primera vez.

Le quite la ropa, algunas prendas quizá con demasiada brusquedad. Las bragas quedaron inservibles y en su cuerpo quedaron marcas por la presión que ejercieron al romperse.
El sujetador hizo varios arañazos en su cuerpo. Los repase con mis uñas hasta que salió la sangre y le lamí todas las heridas.
Estaba asustada y excitada.
Se quedo allí tumbada esperando.
Cuando la vi allí desnuda algo saltó en mi mente.
No era Ella, y Ella nunca estaría así para mí. Nunca volvería a estar cerca de Ella.
Nunca más la encontraría.
La odiaba, ¿por qué no podía ser Ella?
Esta no era a quien yo quería tener. No a esta mediocre chica. Esta chica no valía nada.
Un enorme dolor recorrió mi cuerpo.
Comencé a morderla. Estaba furioso.
Dañarla calmaba ese dolor.
Y sorprendentemente a ella le gustaba. Me pedía más. Arañaba su blanco cuerpo con sus uñas esperando a que yo chupase su sangre.
Animado por sus gritos y mi rabia empecé a morderla con más fuerza.
No recuerdo cuanto tiempo paso hasta que ella se dio cuenta de mis intenciones, pero en algún momento sus gritos dejaron de ser de lujuria para convertirse en gritos de terror.
Deje de oír nada.
Me perdí en su sangre.
Cuando volví en mi ella estaba muerta y yo…
Yo seguía enfadado.
Seguía sin tenerla.