viernes, 25 de junio de 2010

67ª Entrada; Recurriendo a ti.

Un mal día en el trabajo es la gota que llena el vaso de un mal momento amoroso, el estrés laboral, el estrés anterior a un examen, un mal momento anímico en general. 
Salgo del trabajo tras haber discutido con el último cliente. 
Ni si quiera tengo ganas de volver a casa. Sólo necesito que me abracen, que me mimen, y quién más deseo que lo haga no tiene interés en llenar este vacío. 

Entonces te recuerdo, y como siempre recurro a ti en mis momentos más bajos. 
 -¡Hola guapa! ¿Cómo estas? ¿Qué es de tu vida?
Apenas te dejo terminar. 
-¿Puedes quedar?
Tu voz cambia en el acto, ya sabes que estoy mal. 
-Por supuesto, vente para casa. Te espero. 

Cuelgo el teléfono y sigo conduciendo, hacia esa maravilla de pueblo, donde me espera el frescor de tu jardín, el olor de tu cabaña, el calor de tus brazos. 

La puerta esta abierta. 

Estas preparando té pero lo dejas para venir a abrazarme en cuanto entro. 
No hace decir nada, sólo con tenerte cerca mi fortaleza se rompe, mi cuerpo se parte y mis ojos diluvian. 

Tus brazos me reconfortan mientras me dejas empapar tu camisa. 
El té esta caliente y calma mis nervios. 
Te cuento lo que estoy viviendo últimamente, tú también me pones al día del mundo que te rodea y en el que vives. 

Es tan fácil entendernos. 

Sigues sin novia, nunca la tienes cuando yo estoy cerca. 
Siempre estas para mí. 
Eso me gusta. 

Mi boca se acerca a la tuya. 
Te beso despacio, he tenido un mal día y lo mejor para salir de él es ir despacio, saboreando lo bueno, con calma, dejando que el cuerpo se acostumbre a una situación diferente, sin estrés, relajada, feliz. 

Sigues mi beso y tus manos me rodean. 
Me tumbas sobre el sofá mientras desabrochas mi camisa y dejas al descubierto mi pecho. 
Te quito la tuya, que todavía sigue empapada en mis lágrimas, mientras me acaricias. 
Recorrer tu cuerpo con mis dedos hace que estos se despierten poco a poco, cada subida y bajada por tu pecho hace que retomen la sensibilidad. 
Desabrocho despacio tus pantalones y meto las manos, acariciando cara milímetro que esconden. 
Tu pene empieza a crecer y tu ropa desaparece. 
Tus manos se introducen entre mi ropa mientras intento quitármela. 
Tener tus manos jugando dentro de mi de dificulta la tarea, ya que a mi mente le cuesta concentrarse. 
Finalmente nuestra ropa acaba sobre la alfombra y nuestros cuerpos quedan sumidos en caricias, roces, besos, pequeños mordiscos. 
Se confunden el sudor con la saliva, la respiración con el jadeo, los dedos con las lenguas… 
Siento como todo tu cuerpo me calienta, siento cuando entras, siento cuando sales. 
Mis manos se enredan en tu pelo, mi lengua se enreda en tu boca, mis piernas sujetan tu cintura mientras tú te balanceas, suavemente, hasta lo más profundo de mí. 

Nuestros cuerpos quedan mezclados en el sofá, descansando. 
Me quedaré por aquí el fin de semana, hablando contigo, riendo contigo, disfrutando contigo. A veces salvaje, a veces tierno. A veces lento, a veces rápido. 
Siempre sabes lo que quiero. 
Siempre estas ahí. 
Deseo con toda mi alma poder quedarme contigo para siempre, poder unirnos realmente. 
Ojala pudiese ser.

2 comentarios:

  1. La mirada que te conoce y acepta sin cuestionar nada, el cuerpo que te acoge y calienta tus ideas...ojalá viniera de la misma persona que despierta tu boca, sin embargo, nada es perfecto, y tener un hogar donde descanse tu alma, es suficiente algunos días.

    Abrazos y suerte!

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  2. Que razón tienes, pero mejor tener un lugar que no sea propio que no tener nada.

    Un fuerte abrazo.

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