miércoles, 17 de febrero de 2010

24ª Entrada: Reencuentro


Te he echado de menos.
Hace casi un mes que no te veo. Cada mañana al despertarme he pensado en ti, y cada noche he dormido pensando en ti.
Ahora son tus brazos los que me abrazan, es tu musculoso pecho en el que apoyo mi cabeza.
Te agarro fuerte. Tan fuerte que mis dedos quedan marcados en tu piel, y mis uñas recogen pequeños restos de ese contacto.
Tu bajas la cabeza para besarme. Con furia, casi con desesperación.
Aprietas tus brazos en torno a mi cintura y me acercas a ti todo lo que puedes. Tanto que me cuesta coger aire, pero el aire sobra en este momento.
Muerdo tus labios, muerdo tu lengua, espero tu reacción. Es justo la que esperaba, mi clavícula queda presionada entre tus dientes.
Me separas de ti y me empujas sobre la cama.
Tus manos recorren expertas todo mi cuerpo, recordando aquellos rincones que anhelabas.
Mi piel se estremece con cada roce.
Tiro de ti y me enredo entre tus piernas.
No pienso dejar que te me escapes, no esta noche.
Beso tus recovecos. Te gusta el contacto de mis labios sobre tu piel.
Mis uñas siguen el paso de mis labios y consiguen que se te ponga el bello de punta.
Me susurras al oído.
Sujetas mis manos mientras recoges el sabor de mi cuerpo.
Ambos deseamos volver a formar parte del otro.
Las sabanas han quedado enredadas en el suelo.
Guardo cada visión, cada tacto, cada olor, cada sensación en mi mente, como un pequeño tesoro. Sé que dentro de poco tendré que recurrir a ellos de nuevo. Pero de momento eres todo mio.

lunes, 8 de febrero de 2010

17ª Entrada

Habían pasado un mes y tres días. 
Tuve un día especialmente malo en la tienda. Había tenido una discusión con un proveedor porque no nos había traído lo que le habíamos encargado y acabábamos de romper el contrato con él. 
Cada vez vendíamos menos. 

Al volver del tren estaba lloviendo, Resbalé en un charco y me torcí la muñeca. 
Me metí en la ducha nada más llegar, pero me sentía completamente desconsolada, sólo quería que alguien me abrazase, no quería nada más. 
Salí a por sus flores y las coloque sobre la mesa. 
Sabía que desde fuera se veía esa mesa y deje la puerta entornada. 
Tardó mucho menos tiempo del que esperaba en llamar a la puerta. 
-Puedes entrar. 
Yo estaba poniéndome una venda en la muñeca. -¿Qué ha pasado? –Me quitó la venda de la mano sana y comenzó a ponérmela. 
-Solo ha sido una caída, no es nada serio. 
Estuvimos callados hasta que terminó de vendarme. 
Guardé todo lo del botiquín en su sitio y me acerqué a él. No podía seguir allí tan separada, me pegue a su pecho para que me abrazase, y lo hizo. 
Fue como volver a casa después de un tiempo fuera. 
Era reconfortante.
 
Besé su pecho y al mirarnos nos fundimos en un beso lento y ansioso, hacía mucho tiempo que nuestros labios no tocaban los del otro. Nuestras manos deseaban volver a sentir el tacto del otro. 
Echaba de menos su olor. 
Echaba de menos su risa. 
Echaba de menos su calor. 

Le noté indeciso pero a mi me daba igual. 
Le quité la camisa y pegué mi rostro a su pecho. 
Su corazón latía con fuerza. 
Mis manos agarraron su espalda con fuerza.
Sin ningún esfuerzo me alzó. Y sin apartar sus labios de mí me llevó al dormitorio. 
Conocía bien el camino. 
Todo estaba de más, la ropa, las sábanas, todo... 
Sólo quería recorrer cada rincón de su cuerpo. 
Mi piel pedía que sus manos volviesen a tocarla. 
Sus labios creaban pequeñas corrientes eléctricas cada vez que se juntaban a alguna parte de mi cuerpo. 
Queríamos todo. 
Queríamos estar dentro del otro y que el otro estuviese dentro nuestro. 
Cada pedazo de él me sabía a hogar. Era como volver al sitio al que perteneces. Y yo le pertenecía. 
Conocía todo de ese cuerpo, sabía lo que le gustaba y lo que no. 
Y teníamos todo el tiempo que quisiesemos para disfrutarlo. 

La cama parecía pequeña. 
No recuerdo como acabamos en el suelo. 
Mi respiración era entrecortada, agitada. 
Mi cuerpo tenía todos sus sentidos agudizados, cada roce, casa brisa la notaba intensificada. 
Me gustaba y a él, era más que obvio. 
Le acaricié. Le besé. Le lamí. 
Él sabía lo que debía hacer, y me complació. 
Yo también le complací. 
Pasamos unos días sudorosos, hambrientos de placer, complaciéndonos, disfrutando y dejando que lo malo se fuese. Olvidando lo que pasaba fuera.
Sabíamos que habría que volver, pero no este fin de semana. 

domingo, 7 de febrero de 2010

16ª Entrada; Juego sucio.


Ni si quiera necesitaste veme. Sólo con oír mis pasos sabías que hoy tendrías una mala noche. Me gusta pisar fuerte, marcando mis pasos, me hace sentir segura. Pero eran especialmente marcados.
Tampoco necesitaste que me quitase el abrigo para saber que de debajo llevaba el corpiño rojo que me regalaste.
Un simple vistazo y lo sabías. Mis brillantes tacones negros de aguja. Unos vaqueros que parecían pintados sobre mis piernas. No los conocías, eran nuevos, y no te gustaba como te hacían sentir. Sabías perfectamente que esa ropa me quedaría perfecta con tu brillante corpiño.
Me estabais esperando. También sabias que llegaría la última.

Entramos al lugar. Era bastante común a pesar de estar decorado en negros y rojos. Las paredes estaban cubiertas con unas telas de terciopelo rojo. Los sillones eran de terciopelo negro. Demasiado terciopelo. El techo y el suelo eran negros. Y todo estaba iluminado con unas lámparas araña de velas. No era mi sitio preferido, pero ellos querían conocer algo de este mundo, sabía que algunos se asustarían si les llevaba a un buen sitio, así que les lleve al más vulgar. A veces lo vulgar tiene su encanto.
No era tu primera vez, pero tenías que simular que si lo era. Ninguno de ellos sabía que a veces te gustaba acompañarme.
Nunca habías estado aquí, así que nadie te reconocería. Tuve cuidado de no descubrirte, en ese caso se habrían perdido nuestras salidas.

Nada más entrar supe que a esta gente no le gustaba, sólo una de las chicas sintió curiosidad y se atrevió a preguntar por algunas cosas. Ella siempre fue la más atrevida. ¿La seguiría su novio en el juego? Interesante.
Dejamos los abrigos en el ropero.
Me encantó ver tu cara cuando confirmaste tus sospechas. Llevaba el brillante corpiño rojo. También llevaba el colgante que me regalaste, una rosa negra con piedras rojas que simulaban gotas de rocío. Colgaban de la rosa más piedras rojas, de unos hilos transparentes, de modo que sobre mi seno se posaban más gotas de ese rojo rocío. No te acordabas de el, fue lo primero que me regalaste en nuestras salidas y hacía mucho tiempo que no me lo ponía.
Yo sabía que estaba jugando sucio, pero ¿Quién no lo hace en este mundo?
Llamaba bastante la atención.
Con aquel recogido se veía mi cuello blanco, solamente cortado por tu colgante. Y resaltando el busto por el rojo.
El lazo negro del corpiño colgaba desde el final de mi espalda hasta casi mis rodillas.
Atraía las miradas.

Me encantaba mirarte, los demás no podían saberlo, pero estabas a punto de morder. Lo noté en tu mirada, en la forma en que desapareció tu sonrisa y en el modo que cogiste a tu novia por la cintura, tan fuerte que ella protesto. Un relámpago cruzó tu mirada, sabías que yo no habría protestado.
Estabas deseando salir de allí, pero no ibas ha hacerlo dejándome allí sin saber que estaría haciendo.

Busqué un sitio donde pudieseis sentaros y observar, donde no se viese nada muy subido de tono, no quería que os marchaseis. No era eso lo que te tenía preparado.
Tras estar un rato con vosotros y hacer que bebieseis unas cuantas copas para que no pudieseis volver a casa de momento, me acerque a la barra con el pretexto de que conocía a una de esas chicas. Era mentira.
Me acerque ha hablar con ella. Sólo tú me mirabas, los demás ya se habían olvidado de donde estábamos y estaban entretenidos en sus conversaciones rutinarias.
Entonces me acerque más a la chica y la besé. Ella me siguió el juego.
No podías quitarme los ojos de encima, pero no debía notarse. Tu novia no podía ver esa reacción tan absurda. Esos celos que estabas sintiendo.
La chica y yo nos fuimos a un rincón más oscuro aún.
De nuevo sólo tú nos seguiste con la mirada. A mi acompañante le hacia gracia la forma en que estaba jugando contigo. Por eso me llevó a un rincón donde nos pudieses observar desde tu asiento junto a tu novia pero la poca luz no te permitiese ver lo que hacíamos. Era divertido para nosotras. Además esa chica sabía muy bien lo que hacía.

Estuvimos allí un rato. Hasta que una hora más tarde llegó el acompañante de la chica y esta me dijo que tenía que irse.
Antes de que ella se marchará yo fui al baño, así no pensarías que ella me dejaba.
Por supuesto, me seguiste.
Entraste hecho una furia.
Tus ojos ardían.
No te gustaba estar allí sin poder tocarme y viendo como otros lo hacían.
En mi opinión te gustaba demasiado ver y no poder.
No discutí contigo, no era lo que buscaba.
Y tú sabias que no querías discutir, sólo era la formar de sentirte menos frustrado por no poder hacer lo que tanto ansiabas.
Me empujaste dentro del retrete y echaste el pestillo.
Me sujetaste con firmeza.
Cuando me diste la vuelta vi que ardías.
Estabas deseando que pasase.
Pero hoy era yo la que dominaba el juego. Y tendrías que irte a casa sin probar si quiera mis labios.
Tenías que aprender que podías tenerme por completo si querías, pero no estando tu novia de por medio.
No podías exigirme que no contase contigo en mis juegos cuando tú lo hacías mientras estabas con ella.
La resignación es un sentimiento odioso.
Sabía lo que ibas a escoger, pero no hoy.
Hoy dejarías a tu novia en su casa y te irías a la tuya sólo.

15ª Entrada; Lencería y juegos

Nos pasamos la tarde entera escogiendo lencería para un trabajo de una de sus clases. 
Se suponíaque las fotos no seríanmías, pero al final, lo de no saber decir que no siempre me causa problemas. 
Al final de la tarde, había posado con varios modelos, ya tenía todo lo que necesitaba. 
Cuando terminamos su novia vino a buscarnos para ir a tomas unas copas. 
Yo no quería beber, tenía que volver a casa conduciendo y siempre había controles en la entrada al pueblo. 
-Pues quédate a dormir aquí. La cama de mi hermana esta vacía esta noche. 
No me pareció mala idea, después de toda la semana trabajando tenía ganas de unas cervezas y poder estar con amigos, poder charlar tranquilos. 
Su novia se fue a casa a dormir pronto y nos dejo solos. 
Fuimos a su casa tras unas cuantas copas más.
Al llegar se dio cuenta de que no había encendido la calefacción en la habitación de su hermana y era pleno invierno. 
Hacía mucho frío de modo que me ofreció dormir en la únicahabitación que teníala calefacciónpuesta, la suya. 
Como yo no pensaba dormir fuera de casa mi único pijama era uno de los picardías que habíamos usado para las fotografías. 
Nos metimos en la cama y comenzamos ha hablar. 
Él no estaba bien en su relación. 
Yo hacia poco había terminado la mía. 

Vimos una película de vampiros y comenté que me gustaría conocer el éxtasis que supone que se siente cuando un vampiro te muerde. 
Sin pensárselo dos veces me mordió el cuello. 
Le miré perpleja pero mi mente estaba un tanto embotada y mi instinto actuó antes de que pudiese parar.
Intenté devolverle el mordisco y de pronto me encontré debajo suyo, me sujetaba los brazos con fuerza por las muñecas, no pensé que tuviese tanta fuerza. 
Sonrió, -¿No querías saber que se siente cuando te muerden?”-Volvió a morderme. 
Intenté zafarme para poder devolverle el mordisco, tenía que darle al menos uno. 
Él se reía de mis intentos de fuga y volvía a morderme. 
Entonces se puso serio. 
-¿Sabes? Estas cosas no puedo hacerlas con mi novia, no le gusta que la agarre, la muerda o haga nada parecido. 
Se tumbó a mi lado mirando al techo. 
Parecía triste. 
Me abrazó, enredó sus piernas entre las mías y se quedó allí. 
Me sentía muy cómoda. 
Apoyo su cabeza en mi pecho y empezó a acariciar mis brazos suavemente creando círculos cada vez más grandes. 
-Esto tampoco puedo hacerlo. No es que Nina se caracterice por tener un pecho grande. 
Entonces le mordí. 
Se lo debía y él lo sabía, además tenía ganas de jugar. Y sólo estaba jugando, aquello no era engañar a nadie. Así que intentó agarrarme de nuevo, pero esta vez fui más rápida y le evité, entonces empezó a perseguirme por toda la cama hasta que volvió a pillarme. 
Esta vez sostuvo mis muñecas con sus manos y mis piernas con las suyas, con lo que estaba mucho más cerca que antes. 
Mordió lentamente desde mi hombro hasta casi rozar mis labios.
Mi cuerpo ardía debajo suyo. 
Tuve que hacer un gran esfuerzo, sé que habría sido divertido. Posiblemente el más divertido, pero después él se sentiría culpable y se acabaría nuestra amistad, así que me limite a seguirle el juego sin ceder dar un paso más pero con la esperanza de que lo diese. 

No pasó, no llegó a besarme ni pasó nada más que caricias, mordiscos y mucho deseo.

A veces odio ser buena persona.

viernes, 5 de febrero de 2010

12ª Entrada; Last Nigth.


Mis dientes quieren morder.

Me pongo mi corpiño negro.
Los vaqueros ajustados.
Los tacones de aguja.
El maquillaje de mis ojos es oscuro.
Mis labios son rojos.
Mis uñas estan preparadas.
Mi cuello esta atado con un lazo negro.
Sobre mi escote caen las tiras del lazo negro.
Estoy sola.
Sola y lista para comer.
Hoy todo sera donde yo quiera.
Cuando yo quiera.
Como yo quiera.
Y con quién yo quiera.

martes, 2 de febrero de 2010

9ª Entrada: After Dark.2

La luna brilla naranja. 
Aquí es mucho más grande de lo que estoy acostumbrado. Pero tengo una ansia especial. 
Necesito volver a verla, volver a probarla. 
Me prometí no venir a por ella. Pero soy más débil de lo que pensaba. O eso quiero creer. 
Al final estoy aquí. 
No me resultó difícil seguir su rastro. Conocía la zona en la que vive. Una vez allí sólo necesité un pequeño rastro. 

Su ventana está abierta. 
¿Me estará esperando o pensará que no vendré hasta aquí? 
Esta preciosa cuando duerme y huéle de un modo único. 
Debería tener más fuerza de voluntad. 
Me prometí a mi mismo que nunca le haría esto a nadie. 
No es una buena vida. Simplemente, no es una vida. 
Es mejor que me vaya antes de que me arrepienta. 

-¿Ya te vas? 
¿Cuándo se ha despertado? ¿No lo he notado o no he querido darme cuenta de que no dormía? 
-Es mejor que lo haga. 
-¿Te doy miedo? 
-Debería ser al revés. Puedo matarte ¿sabes? 
-Si quisieras matar a alguien no habrías viajado hasta aquí. ¿Qué quieres de mí? 
Pensé un momento. ¿Qué quería de ella? 
Buena pregunta. 
Me la había hecho un millón de veces en estos meses y nunca sacaba nada en claro. 
-Supongo que tengo curiosidad.
Ladeo un poco la cabeza. Parecía escéptica.
- No tienes miedo a morir, pero tampoco te importa hacerlo. ¿A caso no te gusta tu vida? ¿Porque no te importa morir? 
-No quiero morir, quiero hacer muchas cosas antes de morir. Y mi vida me gusta. No es que no me importe, es que no me da miedo. Sé que he disfrutado mi vida, he hecho todo lo que he podido hacer. No tengo porque temer a la muerte, pues cuando haya muerto no existiré y por lo tanto nada podrá afectarme. Sólo afectará a la gente que dejo atrás, por eso espero que sea lo más fácil posible para ellos de aceptarlo. 
-Me resulta curiosa tu forma de verlo, desprende cierta paz verlo de ese modo. 
-¿Y si te diese la oportunidad de "vivir" eternamente? 
-Aún no estoy preparada para ello y menos sin conocer las reglas. 

Pasamos otra noche hablando. 
Esta vez le cuento más de lo que debería, cosas que son sólo nuestras. 
No sé cómo lo hace, simplemente me gusta hablar con ella, me gusta contarle cosas sobre nosotros. 
Una parte de mí sabe que es porque quiero que sea como yo, que comparta conmigo más que una vida mortal. 

Antes de que amanezca me ofrece su muñeca. 
Parece confiar en mí.
Cuando cae inconsciente la dejo en la cama. 
No debo seguir, no me lo podría perdonar, ¿o sí?
No, mejor me voy.
Pero hay algo que me impulsa ha hacerlo. 

Salgo huyendo. 
He de volver a Londres. 
He de hacerlo ya.