lunes, 1 de marzo de 2010

33ª Entrada; After Dark 3


Todo empezó hace un mes.
Me excedí. 
Fue una dulce chica con ganas de más.
Empezó como todas las noches, en una discoteca cerca de Soho.
Ese día me fije en una chica blanca, y morena. Sus facciones me recordaban lejanamente a las de Ella. Hace demasiado que la vi por última vez y confundí a esta chica.
Me acerqué lentamente, deje que notase mi presencia. Era ingenua, joven.
Resulto muy fácil seducirla. Era torpe en ese campo, no creo que nadie la hubiese seducido antes, pero le gustaba la forma en la que yo le susurraba, el modo en que mi mano rozaba su cintura.
En sólo diez minutos había conseguido toda su atención.
Una hora después sus amigas se iban a otro sitio y ella se quedaba conmigo.
Le propuse ir al hotel de siempre, pero dijo que prefería ir a su casa. Le seguí la corriente. Sabia que no la mataría, se le parecía demasiado.

Aquella casa era todo orden. 
Demasiados adornos, todos colocados en su lugar y con el polvo justo del día. 
Todo combinaba. En tonos rosa pastel y blanco. 
Había encaje de ganchillo en todo el salón.

Me invito a una copa, al rechazarla me llevo a su cuarto.
Presidía su cama un enorme oso de peluche blanco con un lazo rojo al cuello.
Había fotos familiares, más peluches, y por supuesto más rosa.
La empuje sobre la cama y tire al suelo los peluches. 
Estaba sorprendida y aliviada. 
Alguien desordenaba aquello por primera vez.

Le quite la ropa, algunas prendas quizá con demasiada brusquedad. Las bragas quedaron inservibles y en su cuerpo quedaron marcas por la presión que ejercieron al romperse.
El sujetador hizo varios arañazos en su cuerpo. Los repase con mis uñas hasta que salió la sangre y le lamí todas las heridas.
Estaba asustada y excitada.
Se quedo allí tumbada esperando.
Cuando la vi allí desnuda algo saltó en mi mente.
No era Ella, y Ella nunca estaría así para mí. Nunca volvería a estar cerca de Ella.
Nunca más la encontraría.
La odiaba, ¿por qué no podía ser Ella?
Esta no era a quien yo quería tener. No a esta mediocre chica. Esta chica no valía nada.
Un enorme dolor recorrió mi cuerpo.
Comencé a morderla. Estaba furioso.
Dañarla calmaba ese dolor.
Y sorprendentemente a ella le gustaba. Me pedía más. Arañaba su blanco cuerpo con sus uñas esperando a que yo chupase su sangre.
Animado por sus gritos y mi rabia empecé a morderla con más fuerza.
No recuerdo cuanto tiempo paso hasta que ella se dio cuenta de mis intenciones, pero en algún momento sus gritos dejaron de ser de lujuria para convertirse en gritos de terror.
Deje de oír nada.
Me perdí en su sangre.
Cuando volví en mi ella estaba muerta y yo…
Yo seguía enfadado.
Seguía sin tenerla.

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