viernes, 2 de abril de 2010

47ª Entrada; La casa rural.

Pasé despacio y cerré la puerta. 
Te volviste al oír el ruido y me miraste algo extrañado. 

-¿Ocurre algo? 
Estabas contrariado, no sabias si la situación te gustaba o te incomodaba.
-Que va. Sólo quería hablar contigo. 
-¿De qué?

Ahora estabas algo asustado. 
Empezabas a ver el final del juego. 

-Verás, llevamos meses tonteando,- el pánico invadió tu rostro por un momento, deje que te recompusieses - y jugar esta bien, pero me acabo aburriendo de que sea siempre el mismo juego. 
Te quedaste estupefacto así que seguí hablando. 
-Creo que es hora de dar otro paso, ya sea para avanzar o para apartarse, pero no quiero seguir así. 
-Pero es que todos están ahí fuera y…
-No te dí tiempo a terminar. 
-Si, todos están ahí fuera. Y están en sus cosas, ¿crees que se están preocupando de donde estamos?

No sabías que decir.
Tu cara era todo un poema, como si me fueses a dejar allí tirada, pero yo estaba cansada del juego.
-Verás, estamos lejos de casa, celebrando un cumpleaños y tenemos todo el fin de semana. No quiero esperar más tiempo para saber que pasa. 
-Pero…
De nuevo volví a cortarte. 
Me acerque y te besé. 
Esperé tu reacción que no tardo en llegar. 
Me devolviste el beso, de modo que te agarré con fuerza del pelo. 
Si iba a pasar sería a mi manera. 
Me sorprendió tu reacción. 
Cogiste fuertemente mi cintura y me apretaste contra ti. 
No esperaba eso de ti pero me encantó. 
No pude evitar sonreír al ver el fuego que consumía tus ojos. 
- Y yo que pensaba que serías un chico tímido… 

Tus dientes mordieron mis labios, que te devolvieron un beso apasionado, con fuerza. 
Me empujaste contra la puerta mientras echabas el pestillo de la habitación. 

Me agarré con fuerza a tu cuello, crucé mis piernas a tu espalda y comencé a morderte. 
Tus brazos me sujetaban con fuerza mientras te movías por la habitación. 

Me tiraste sobre la cama y te quitaste la camiseta. 
Te agarré del cinturón y tras desabrocharlo tire de él hasta que caíste encima mía. 

Me besaste con fiereza. 
Agarrabas mis manos con las de las tuyas. Tenías fuerza. Al menos no esperaba esa fuerza de un tirillas como tú. 
Tus besos eran duros. Sin sutilezas. Los mezclabas con mordiscos. 
En mis labios, en mi clavícula… 

Comenzaste a desabrochar mi camisa hasta que quitaste todo lo que te impedía morder mis hombros o mi cuello. 
Cada bocado me hacía soltar un pequeño gemido. 

Mis uñas se incrustaban en tu espalda. 
No estaba segura de si te gustaría, pero la forma de responder que tuvo tu cuerpo, al menos una parte de él, me hizo pensar que sí. 

Te quite los pantalones mientras desabrochabas los míos. 
Tus manos desabrochaban mi sujetador negro mientras tus dientes seguían dejando marcas por mi cuerpo.
Mis manos deslizaron tus bóxers y tú arrancaste mis braguitas sin esfuerzo. 

Nos revolcamos desnudos por la habitación. 
Nos tocábamos,  nos apretábamos...
Chocamos contra la pared y mis piernas rodearon tu cintura. 
Pude sentir como entrabas, cómo nos movíamos hasta extasiárnos.

Era una sensación de pura lujuria, todo ardía,  todo mi cuerpo gozaba, todo era pasión. 

Esa noche dimos un paso más en nuestro juego. 
Multitud de deliciosas marcas dejaban tu huella en mí.
Otras tantas lo hacían en el tuyo. 
Los dos disfrutamos como hacía tiempo que no disfrutábamos. 
Creo que los dos nos sorprendimos al ver que nos gustaba lo mismo, pero eso sólo era la primera noche, y tu habías dominado. 
Eso no siempre sería así.