sábado, 3 de septiembre de 2022

El concierto

-Estoy sedienta, voy a la barra,  ¿quieres algo?
-Un momento, que aviso al resto y te acompaño.

Le dices algo a uno del grupo y pones tu mano en la parte baja de mi espalda, para ir guiándome hasta la barra. 
Probablemente para ti sea un gesto sin más, pero mi piel se eriza y mi mente es consciente de que es la primera vez que me tocas más allá de pasarme alguna cosa. 

Me preguntas qué quiero, las palabras "a ti" vienen a mi mente, pero no me gusta ser tan obvia, ni estoy segura de si quiero ir por ese camino ya que supondría un cambio en... lo que sea que hay entre nosotros.

- Una sin.
- Así no hay quien te emborrache.

Me quedo atónita ante esa respuesta, ¿querrás algo de verdad o es la típica broma? 

Mi mente empieza a  buscar una respuesta.

- Tú no necesitas emborracharme.  

Es lo mejor que se me ocurre. 

Levantas una ceja mientras me dices que debería tener cuidado con los cortes que doy.
-Yo sé lo que me digo, igual eres tú quien debería tener cuidado con lo que bromea, a ver si la broma se te va a ir de las manos. -Digo en tono arrogante, y sueno más segura de lo que realmente estoy.
Me miras de soslayo con cara de no tener claro cómo seguir la conversación y la camarera nos sirve. 
Cogemos los botellines y nos encaminamos con el resto del grupo.

Es una pena que la camarera interrumpiese ahí, ya que  me quedo con las ganas de saber cómo saldrías de esa.

En el camino, paras en un recodo de la sala y me atraes hacia ahí. 

-¿Sabes? Yo también sé lo que digo, y lo que escucho. - Tus ojos me observan mientras busco una respuesta. 
-Entonces...- Obviamente no sé qué contestar, sigo sin tener claro si quiero cambiar nuestra situación.

Dejas los botellines en una mesita y pones tus brazos contra la pared a ambos lados de mi.
Quedas muy cerca de mí, tanto que puedo olerte, que puedo sentir el calor que desprendes. 
Mi ritmo cardíaco se acelera. 
Mi mente es incapaz de pensar en nada más excepto lo cerca que estás y lo que me gusta estar ahí. 

- Entonces... - Susurras en mi oído. - ¿Puedo hacer esto...? 
Y comienzas a besar y mordisquear mi cuello.
 
Me tiemblan las piernas, se eriza toda mi piel y mis pulsaciones aumentan más. 
Sólo puedo asentir.
Me temo que si abro la boca saldrá un gemido en lugar de palabras.

Sigues bajando hacia mi escote, que clarísimamente estaba esperándote y mis pechos se endurecen. 
Mi respiración comienza a entrecortarse y noto un calor abrasador por donde van pasando tus manos y tu boca.
Me acaricias la cintura suavemente y un gemido sale de mi boca, tu lo escuchas a pesar de la música y te sonríes. 
Una sonrisa bastante pícara, entonces comprendo que sabes que puedes hacer lo que quieras conmigo, porque me tienes a tu merced.
- Parece que es verdad que no necesito emborracharte.- Por fin besas mis labios.

Un beso largo,  calmado que lucha contra mi urgencia de sentirte todo lo que pueda. Mis brazos te apretan contra mí y siento tu erección. 
Cada vez tengo más ganas de desnudarte y tenerte entero.
- Creo que tú también tienes ganas de mi.
-¿Sólo lo crees? - Y apretás más tu entrepierna contra mí mientras bajas discretamente tu mano hasta mi falda.
- Creo que estás disfrutando mucho de este juego.- Y acaricias mi muslo suavemente. 
Un gemido se escapa de mi garganta y te veo sonreír. 
Vas jugueteando entre mis piernas mientras yo voy calentándome más.  
Cada vez olvidó más de dónde estamos y sólo puedo centrarme en tus ojos, tus manos y tu boca.
Me muerdes el lóbulo y la clavícula mientras sigues jugando entre mis muslos.

-Quizá este no es un buen sitio para seguir. -Susurran tus labios contra mi garganta.

Te cojo la mano y lamo tus dedos, despacio, muy suavemente. 
Te sorprende.

- Joder, ahora si que me has puesto cachondo. Nos vamos, ¿tu casa o la mía? -No es una proposición, más bien una orden. 
Me encanta.
Es lo que llevo fantaseando bastante tiempo, y ahora mismo me da igual como acabe esto, me da igual si tras esta noche no volvemos a hablar o si el tema seguirá, ni para dónde seguirá. 
Sólo quiero tenerte,  que me tengas, sentir como nos fundimos y deshacerme en el placer que me ofrece tu boca, tus manos, tú.

Coges mi mano y me llevas a la puerta.

-¿ Y el resto?
- Ahora les mando un mensaje. Pero nos vamos a mi casa, ¿tienes el coche o pillamos un taxi?
- Tengo el coche aquí.