domingo, 31 de enero de 2010

8ª Entrada

El corazón me late de forma violenta. 
Sus dientes muerden mis labios mientras yo trato de reaccionar, pero mi mente esta embotada en su tacto. 
Sus labios son suaves, sólo con su roce mi pulso se había acelerado. 
Cuando puso sus manos en mi cintura mi cuerpo se estremeció. 
Y ahora esta mordiendo mis labios, y yo soy incapaz de reaccionar. 
De saber si quiera si me gusta. 
Claro que me gusta, por eso no quiero que pare. 
Si no lo demuestro de algún modo parará. Y todas estas sensaciones, esta ansia de más, acabarán. 
Porque yo nunca seria capaz de empezarlo, me da demasiada vergüenza, demasiados complejos, demasiados miedos, demasiados prejuicios. 
Pero ahora no es momento de todo eso, yo no he empezado. 
Sólo tengo que seguir. 
Dejarme llevar. 
Ciño mis manos a su cintura, y prolongo el beso. 
Con una de mis manos recorro su espalda. 
 Es suave. 
Me gusta el tacto de su piel. 
Nuestras lenguas se encuentran. 
La mía repasa sus delicados labios. 
Todos mis sentidos se disparan cuando noto sus uñas a través del corsé. 
No importa el lugar, no importa el momento. 
Mi respiración empieza a acelerarse. 
Sonríe. 
Mis venas palpitan a un ritmo mucho más rápido que de costumbre. 
Siento la sangre correr por todo mi cuerpo, como un fuego ardiendo cuando lame mi cuello. 
Quiero que desaparezca la ropa. 
Fundir mis manos en su cuerpo. 
Lamer todos sus rincones. 
Sentir su roce sobre mi piel. 

Pero no es el lugar. 
Tampoco el momento.

jueves, 28 de enero de 2010

7ª Entrada

Un suave roce frío me despertó, pero no abrí los ojos. 
Era su dedo acariciando mi hombro desnudo, lo sabía. 
Dibujando pequeños círculos. 
Podía notar su respiración. 
Su aliento salía directo a mi cuello. 
Su pecho, duro, subía y bajaba contra mi espalda. 
Notaba su fuerte brazo bajo mi cuello. 
Sus piernas, enredadas con las mías. 
Sus dedos subían y bajaban de mi hombro a mi pecho. 
Recorrían mi pezón, que endurecía con su roce.
Mi respiración comenzó a acelerarse. 
Su mano comenzó a recorrer el resto de mi cuerpo. 
Sus labios comenzaron a besar mi hombro. 
Sus dientes les siguieron, acariciando desde mi hombro hasta a mi garganta. 
Noté como su boca se cerraba en torno a ella. 
Como sus dientes mordían mi cuello y su lengua jugaba lentamente. 
No abrí los ojos. 
Me dejé llevar por su cuerpo, por sus caricias, por su deseo, que se convirtió en el mío. 

miércoles, 27 de enero de 2010

After Dark.1

Salté por su ventana.
Tenía un olor peculiar. 
Olía a sol, o al menos olía a como debería oler el sol. 
Para mi sorpresa, ella era pálida, casi tan pálida como yo. 
 Parecía una muñeca de porcelana, tan frágil, tan blanca. 
Estaba escuchando el latido de su corazón cuando algo llamó mi atención. 
Una fotografía. 
En la pared que había frente a su cama estaba colgada una de mis fotografías preferidas. Una fotografía de Piotr Powietrzynski. 
Eso despertó mi curiosidad, ¿de dónde había sacado aquella chica esa imagen? 
Busqué por su casa hasta que dí con un pequeño libro, After Dark. 
Mi curiosidad fue en aumento. El título del libro no era muy prometedor, ¿tendría alguna relación con la portada? 
Leí aquel libro, me gustó. 
La curiosidad por la chica aumento, de modo que revise su portátil, había muchos escritos. 
Tenía una mente muy contradictoria, parecía que estuviese en una lucha constante entre sus deseos y su educación. 
En uno de esos escritos hablaba de nosotros, parecía que tenía curiosidad por como somos, por como vivimos. 
Ya que esa chica me había dado de forma subconsciente algo diferente, me prometí que le respondería sus preguntas esa noche. 

Acaricié suavemente su hombro descubierto. 
Ella despertó. 
Me miro tranquila y sonrió. 
Parecía como si llevase un tiempo esperándome. 
 -¿No tienes miedo?- Negó levemente. 
-¿Sabes qué soy?- Asintió. 
Pensé que sería una de esas chicas que están esperando a que alguien las transforme para ser inmortales y superiores al resto. 
-¿Quieres ser como yo?- Volvió a negar. 
Eso me sorprendió. 
Entonces pensé que quizás sólo fuese una suicida buscando una muerte romántica. 
-¿Quieres morir?- Volvió a negar. 
-¿Qué quieres? 
-No lo sé. No sé lo que quiero, sólo conozco lo que tengo. 

Era una chica realmente extraña, tanto su olor, sus escritos como su forma de pensar eran diferentes a lo que conocía. 
Le dí las respuestas a todo lo que me preguntó.
Incluso la cogí en brazos y le mostré mi velocidad. 
No sé si disfrutaba con cada segundo que vivió conmigo. Sólo sé que lo guardó en su mente como un tesoro, escuchó, observó y sintió todo de una forma tan apasionada que una parte de mí sintió lo mismo que ella, como si todo fuese nuevo otra vez. 
Al final de la noche la dejé en su cama. 
Ella me pidió que al marcharme dejase el gas de la cocina encendido para que su familia pensase que había sido un error suyo, que no pasasen su vida preguntándose quién la había matado. 
Su sangre ardía. Realmente era sol líquido. Un sol oscuro, caliente. Un sol que se apagaba por momentos. 
No quise matarla. 
La dejé en su cama. 
En un par de días estaría repuesta. 

 Cuando volví para verla sólo había una nota; “Gracias.” 
Nunca más volví a verla, sabía que estaba en su casa, con su familia, pero si volvía a verla la ataría a mi condena. 
No quería ser ese monstruo para ella.

lunes, 25 de enero de 2010

Roseline

¿De verdad quieres saber mi historia? 
Te aviso que no he tenido una infancia bonita y feliz, en una casa con amor y paz. 
La adolescencia tampoco fue fácil, y ahora, cuando por fin era feliz y sabía lo que esa palabra significaba, todo ha desaparecido. 
Así que ya sabes. 
Aún puedes dejar de leer y dedicarte a cosas mas agradables... 

 No sé donde nací, tampoco sé que día. 
Sólo sé que un día se abrieron las puertas de la guardia de la ciudad y allí estábamos, yo y otros dos bebés. 
Como era habitual en estos casos nos acogieron, nos dieron nombre y uno de nosotros murió.

Sólo quedamos Jack y yo. 
A los cinco años empezó nuestro entrenamiento. 
Recuerdo que era como un juego, espadas de madera, flechas sin punta, siempre eran juguetes bélicos, lo más parecido a una muñeca que tuve eran los supuestos ladrones y asesinos a quienes debíamos vencer. 
Con 10 años comenzamos nuestro entrenamiento de artes marciales, y a los 15 la formación especial de la guardia única. La rama más severa, una formación a la que sólo accedían huérfanos que no tenían nada que perder, ya que las nuestras, serían misiones...complicadas, por decirlo de algún modo. 
Con 20 años entramos en la guardia única. El trabajo no nos gustaba, pero eramos compañeros, y por fin teníamos un sueldo. 

Alquilamos una casa en las afueras de la ciudad, era pequeña, vieja y tenía goteras, pero era nuestra. 
Yo estaba mirando por la ventana los que haceres de la gente normal, los niños jugando, las parejas paseando... Miraba aquello con anhelo. 
-Rose, hay algo que quiero decirte desde hace tiempo.- Deje lo que estaba haciendo y le presté atención.
- Sé que nosotros nunca vamos a tener un amor romántico como puedan tener nuestros vecinos. Somos huérfanos, y no creo que nadie quiera saber nada de nosotros si conociese cual es nuestro trabajo. 
-Lo sé, pero eso no me impide que observe como otros disfrutan lo que yo no tengo. 
-Sé que entre nosotros no hay más que una relación fraternal, somos como hermanos, nos queremos como hermanos, pero podemos conseguir dinero, irnos lejos de aquí, casarnos, tener hijos y dejarles vivir una vida.- No me esperaba esa salida, debió notarlo.
- Sé que no es lo mismo, pero es lo más parecido a una vida que podemos tener. No nos amamos, pero no me gustaría que te casaras con alguien y esa persona te alejase de mí. Eres una parte de mí, llevamos juntos toda la vida. 
-Yo tampoco quiero dejar de estar contigo. Es como si fueses parte de mi, te conozco, sé como piensas y como actúas.
Me quedé pensando mientras volvía a mirar por la ventana. La gente parecía tan feliz. Yo quería conocer esa vida, pero no quería alejarme de Jack. Era una buena opción. 
Durante dos años estuvimos guardando el dinero que pudimos para poder escaparnos. Hacíamos los trabajos que nadie quería, asesinato, robo, espionaje. Todo aquello que nos retribuyese una gran cantidad de dinero. 
Cuando tuvimos lo suficiente hablamos con nuestros superiores, les explicamos que nos queríamos casar y abandonar la guardia. Sólo los superiores de la guardia acudieron a nuestra unión. En este mundo no tienes familia, no tienes amigos, no tienes conocidos, no tienes nada. 
 Antes de dejar la guardia nos pidieron una última misión. 
Era algo muy sencillo. 
Teníamos que recuperar unos papeles. 
La casa donde estaban no era difícil de asaltar, nosotros podíamos con aquello. Conseguimos los papeles sin problema, pero a la salida unos guardias nos vieron saltar, dieron la voz de alarma y seis hombres corrieron hacia nosotros. Salimos de allí, estábamos en una calle concurrida y había demasiada gente que podía salir herida, incluso muerta. 
Llegamos a un callejón y nos enfrentamos a ellos. 
Duraron poco, apenas unas cuantas cuchilladas, algo de pelea, y se había acabado. 
Me di la vuelta orgullosa de haber matado al último, eso significaba que después de tres meses había vuelto a superarle. 
Ese pensamiento me despisto, no me dí cuenta de lo que pasaba hasta que no le vi correr y ponerse en medio. La flecha de dio a él, yo maté a su agresor lanzándole una daga al corazón, murió en le acto, de haber sabido que la flecha estaba envenenada le hubiese matado muy lentamente. 
Jack murió mientras le llevaba a la enfermería del cuartel. Entregué los malditos papeles y fui condenada. 
El chico al que mate con la daga, el asesino de Jack, era hijo de alguien importante. Por supuesto su vida valía más que la de Jack, él era de sangre noble. 
Maldito niño mal criado. 

Alguien abrió mi celda, tiro mi juego de dagas dentro y se marchó. Ahora no sé donde ir, no tengo casa, no tengo familia, no tengo trabajo. 
Sólo quiero correr, no, sólo quiero matar.
No sé a quién ni donde, pero encontraré a alguien que lo merezca, y no dudaré un segundo.